Una perspectiva soberana de los pueblos para enfrentar el cambio climático

La naturaleza es un campo de batalla donde se disputan al menos tres grandes corrientes del debate político ambiental en este tiempo histórico: el ecocapitalismo, las perspectivas alternativas, que plantean atajos, y las emancipadoras en busca de una propuesta superadora al capitalismo.

Por Rodolfo Kempf*

Desde 31 de octubre hasta el 14 de noviembre de 2021 se desarrolló en Glasgow, Escocia, la COP26 (Conferencia de las partes o “Cumbre del clima”) en la cual se reúnen mandatarios, empresarios y militantes ambientalistas de todo el mundo. Allí, como Coordinación Nacional de Trabajadoras/es de la Industria (CNTI-CTAA), lanzamos la iniciativa de impulsar una política pública hacia el Litio forjando una empresa pública Trinacional de nuevo tipo, es decir, una empresa regional que dé cuenta de los avances de los trabajadores y los pueblos en Chile, Bolivia y Argentina. Si la naturaleza es un campo de batalla la clase trabajadora y los pueblos presentamos nuestras miradas e iniciativas.

¿Que se discute en las Cumbres Ambientales?

Desde la Cumbre de Naciones Unidas (ONU) sobre Medio Ambiente y Desarrollo, en Río de Janeiro en 1992, comenzaron a realizarse las COPs (Conference of the Parties), donde los Estados miembro toman decisiones respecto del cambio climático. En estas conferencias también participan organizaciones no gubernamentales como observadoras (incluyendo sindicatos). Asimismo, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) elabora informes que aportan al trabajo de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC).

En diciembre de 2019, Madrid fue la sede de la 25ª Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP25). Allí se reunieron representantes de 196 países y concluyó en un estrepitoso fracaso: Estados Unidos, China e India se negaron a firmar el acuerdo que compromete a los Estados a presentar un plan de reducción de emisiones de carbono. Desde el Secretario General de la ONU hasta la famosa activista ambiental Greta Thunberg, todos salieron decepcionados.  Al finalizar la COP26 en noviembre de 2021 en Glasgow, ahora sin Donald Trump al frente de la presidencia de Estados Unidos, tampoco aparecen los cambios necesarios para los pueblos que enfrentan la emergencia climática.

Estos actores de la agenda de cambio climático –el IPCC y las COPs– evidencian la consolidación de la cuestión ambiental como un andarivel de la política internacional. La noción que se promueve es fundamentalmente la de la “economía verde”, que sirve como premisa sobre la cual se organiza todo el andamiaje conceptual acerca del cambio climático, al cual podríamos llamar ecocapitalismo o capitalismo verde.

Desde la Cumbre de Rio de 1992, el sistema internacional vigente instó a los Estados por igual, independientemente de su ubicación como potencias imperialistas o países dependientes con pueblos oprimidos, a prevenir y limitar la contaminación ambiental. Esto implicó la creación de una verdadera industria anti-contaminación, en la cual se fetichiza la relación entre el ambiente y el capitalismo en al menos tres aristas: 1) Mercantilización del ambiente. 2) Invisibilización de la relación capitalista en el seno de la cual se producen las transformaciones ambientales, “la humanidad” como causante de los problemas climáticos. 3) Obligación individual “moral” de cuidar el ambiente con la prevención, la educación y las llamadas “tecnologías verdes”.

La temperatura y los eventos climáticos extremos se incrementaron considerablemente. Si bien esta COP26 en Glasgow no trajo consigo los cambios necesarios, lo que podemos asegurar es que “la naturaleza es un campo de batalla”. Es decir, un campo donde se conjugan al menos tres grandes corrientes por dónde el debate político ambiental se desarrolla en este tiempo histórico: el ecocapitalismo, las perspectivas alternativas, que plantean atajos, y las emancipadoras en busca de una propuesta superadora al capitalismo. Estas no son corrientes inertes ni inmóviles; por el contrario, se entrecruzan en el seno mismo de las luchas concretas. Sin embargo, en el concierto de debates, tanto el rol del imperialismo como la ruptura revolucionaria con el orden capitalista en su fase imperialista, se plantean muy de soslayo. Por ejemplo, las experiencias de avance popular latinoamericanas (diferentes en su asedio por el imperialismo y con distintas profundidades en términos de propiedad pública, participación popular y planificación económica) no se presentan como opciones ni posibilidades. No estuvo presente la denuncia del golpe a Evo Morales en Bolivia, como tampoco su rápida recuperación popular ni su propuesta de “buen vivir”.

Es decir, existen perspectivas que –con la intención de superar la dramática crisis ambiental– proponen salidas que dejan por fuera a las clases y sectores populares. Negando las responsabilidades diferenciadas entre potencias imperialistas y países oprimidos. ¿Qué implica esto? Que en esta cumbre se volvió a repetir la necesidad que el “Sur Global” inhiba un desarrollo que satisfaga necesidades populares; que haya sectores que quedan afuera del acceso a las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TICs) y a la conectividad global, a viviendas con eficiencia energética, a medicamentos y vacunas, e incluso la reproducción de la vida. Visiones que avanzan en proponer el canje de deudas externas odiosas, ilegítimas y fraudulentas por la preservación de bosques, sin comunidades indígenas, en la forma de bonos verdes.

Nuestra mirada y convergencias internacionales

Desde la CNTI somos protagonistas de la elaboración colectiva de la Plataforma del Desarrollo de las Américas (PLADA), documento programático creado por la Confederación Sindical de Trabajadores y Trabajadoras de las Américas (CSA) en conjunto con organizaciones sindicales y movimientos sociales. Fue lanzada en 2014 y actualizada en 2020 como herramienta política que articula las voces en una estrategia común y unitaria. Además, existen otras articulaciones sindicales internacionales que participan del debate ecológico desde la perspectiva gremial. Una de ellas es Trade Unions for Energy Democracy (TUED, Sindicatos por la Democracia Energética), integrada por centrales y sindicatos del sector, la cual plantea la necesidad de democratizar la producción, distribución y consumo de la energía a escala internacional. Desde el 2012, con los compromisos débiles tomados en Rio+20, TUED decidió “romper la inercia” declarando que los enfoques existentes de transición energética son insuficientes y lanzó el documento “Resistir, Recuperar, Reestructurar, los sindicatos y la lucha por democracia energética”.

Como intersección de estas miradas que ubican a la Energía como un derecho es que desde la CNTI impulsamos herramientas adecuadas para dar la lucha concreta por soberanía energética, articulando la necesidad de una dirección democrática y el control popular sobre la energía. Esto permitió presentar junto a diversas centrales obreras el “Programa Sindical para un futuro Energético Público con baja Emisión de Carbono”.

El Programa fue presentado en la sede del Congreso de Sindicatos Escoceses (STUC) junto a TUED y la Federación Nacional de Minas y Energía de Francia (FNME-CGT). También se contó con la presencia de Bárbara Figueroa, Secretaria de Desarrollo Sustentable de la CSA, más la CUT de Chile y la CUT de Brasil, la Federación Sudafricana de Sindicatos (SAFTU), el Sindicato de Trabajadores Petroleros de Trinidad y Tobago (OWTU) y el SENTRO de Filipinas.

El mismo puede sintetizarse en estos cuatro puntos:

  1. a) Cumplir con el derecho a la energía para afrontar la necesidad de resolver la desigualdad en nuestro continente, que permitiría el acceso a la energía eléctrica de más de 30 millones de personas que hoy no la tienen. Ocho millones de personas cocinan con leña o rezagos.
  2. b) Revertir las leyes y directivas neoliberales estableciendo un enfoque público y planificado de la transición energética. Una planificación energética frente al descalabro privatista neoliberal, donde el 1 por ciento de la población concentra más de la mitad de la tierra y casi la mitad del petróleo producido se exporta.
  3. c) Fundar empresas públicas de nuevo tipo. Incorporar a las comunidades originarias, con participación plena en las decisiones, en el control y en la regulación.
  4. d) Brindar garantías colectivas para las y los trabajadores. Donde se ponga sobre la mesa el carácter productor de la clase trabajadora en lugar de focalizar en el “emprendedorismo cuentapropista”.

Se cumplen 30 años de los Tratados de Libre Comercio (TLC) en el continente, que en el área energética implican, en el caso de la Argentina, concesiones a privados de la electricidad y el gas (Decretos 24.065 y 24,076), así como de las hidroeléctricas. Estos vencimientos en el 2022 nos ponen de cara a una lucha por parte del bloque popular que anteriormente permitió conservar en parte el patrimonio público en el área Nuclear y en otros sectores.

En Argentina, el esquema energético del neoliberalismo desde la década del 90 supuso la hegemonía de los hidrocarburos. El programa presentado da en el centro de gravedad para frenar su avance y así poder recuperar como eje vertebrador del sistema energético el patrimonio público, el tipo de propiedad.

¿Que se aprobó en la COP y que perspectivas nos abre?

Después de regresar de la COP26, lamentablemente se puede afirmar una vez más que no se alcanzó una solución a la crisis existencial para la humanidad creada por la amenaza climática y ambiental desenfrenada. Esta situación converge con la crisis energética que sacude a toda Europa.

A pesar de todas las reuniones de la COP y las advertencias del IPCC, durante 30 años, las emisiones de gases de efecto invernadero y la destrucción del medio ambiente y la biodiversidad solo han seguido acelerándose sin obstáculos. Desde 1990, las emisiones de gases de efecto invernadero han aumentado en aproximadamente un 60% a pesar de todas las promesas y acuerdos. La señal: grandes incendios, tormentas, lluvias torrenciales, inundaciones y sequías.

Son principalmente los pueblos oprimidos del mundo (sus trabajadores, mujeres, niños) los que se han visto gravemente afectados por el cambio climático y ambiental, que crea y aumenta la pobreza. Para 2050, se estima que más de 140 millones de personas serán desplazadas de sus hogares debido a la crisis climática en América Latina, el sur de Asia y el África subsahariana.

Acuerdos de la COP26

El “gran Acuerdo de la COP” se inscribe en el “ecocapitalismo o “capitalismo verde”. Sin embargo, podemos repasar los acuerdos concretos que se firmaron con la participación Argentina, para luego iniciar un análisis de sus implicancias.

Uno de ellos es la Declaración sobre Bosques y Usos de la Tierra, firmada por 141 países. Plantea “Fortalecer los esfuerzos de los países para proteger los bosques y las áreas terrestres y facilitar el comercio que contribuya al consumo y la producción sostenibles que no aumenten la deforestación y la degradación de la tierra”.

Otras iniciativas fueron firmadas por unos cuarenta países para reducir el impacto climático en áreas como la energía, la agricultura, el transporte, el acero y el hidrógeno. Solo para dar un ejemplo, la empresa sueca “H2 Green Steel” y el gigante energético español Iberdrola anunciaron una asociación para construir una planta de energía con una capacidad de electrólisis de 1 GW para producir hidrógeno verde. Alimentará una torre de reducción directa de mineral (DRI) para producir al menos 2 millones de toneladas por año de acero “verde”.

Una tercera iniciativa, ligada a la producción agropecuaria fue llamada «Compromiso Global de Metano». Los países suscritos prometieron reducir las emisiones de gas metano en un 30% para 2030. El metano, que es cien veces más potente como gas de efecto invernadero que el dióxido de carbono. Hay grandes emisiones de metano por fugas de producción, pero principalmente por el uso de la tierra y la agricultura. El impulso a las carnes vegetales y sintéticas toma impulso en este acuerdo.

La Unión Europea declaró a la Energía Nuclear como una “inversión sostenible”. Eso explica la participación del argentino Rafael Grossi, director general de la Agencia Internacional de Energía Atómica (IAEA). En este sentido, las Naciones Unidas en su último informe indican que la energía nuclear es la que menos dióxido de carbono emite en todo su ciclo de vida. Esto último es tan verdadero como ocultado hace decenas de años, pero es una novedad en las cumbres climáticas. La combinación complementaria de energía nuclear con energías renovables es la convergencia buscada por el capitalismo verde para iniciar un proceso de mitigación de gases de efecto invernadero. En este sentido se puede destacar que el quinto reactor nuclear de Finlandia, Olkiluoto 3 (OL3), comenzó a generar energía aportando alrededor del 14% de la electricidad del país. Este EPR (European Pressurised Water Reactor) es la primera nueva unidad nuclear que se pone en marcha en Finlandia en más de 40 años.

Sin embargo, la estrella del ecocapitalismo es el Hidrógeno Verde. Sumado a esto, el otro punto de atracción por el cual se eligió Glasgow para la COP26 es la energía eólica, tanto por los buenos campos de vientos en Escocia como en el propio canal de la Mancha. Esto explica la propuesta del grupo Fortescue hecha al gobierno argentino sobre Hidrógeno Verde, con un emprendimiento similar en la región chilena de Magallanes. Los inmejorables campos de viento de nuestra Patagonia generan las condiciones naturales para utilizar los molinos en la electrólisis del agua, separando hidrógeno “verde” para luego generar potencia eléctrica con las celdas de combustible de óxido sólido con mayor eficiencia y generando como subproducto, agua. También se inscriben en este paquete de energías renovables el litio de nuestros seis salares del NOA que junto al salar de Uyuni en Bolivia y de Atacama en Chile, concentran la mayor reserva de oro blanco en salmueras del globo terrestre.

En este marco, nuestra perspectiva debe ser la de la diversificación en la matriz energética con soberanía tecnológica sobre todas las fuentes. La participación protagónica de los miles de investigadores e investigadoras en el entramado industrial del sistema de Ciencia y Tecnología debe ser el eje de nuestras luchas para estos tres nuevos enclaves: el litio, la energía nuclear, y el hidrógeno verde.

Nuestras iniciativas para forjar la unidad de los pueblos en la lucha contra el cambio climático

Los debates ambientales nacieron en la década del 60 del siglo XX. En ese marco, el Che Guevara dio uno de sus memorables discursos, en el II Seminario Económico de Solidaridad Afroasiática, realizado en Argel, en febrero de 1965.

Un caso concreto donde esta mirada volvió a emerger es en el proceso de nacionalización e industrialización del litio llevado adelante por el gobierno de Evo Morales con Yacimientos de Litio Fiscales (YLF). Resulta clave para las tecnologías de almacenamiento energético, amortiguando el rasgo intermitente de las energías renovables también en la movilidad eléctrica. A diferencia de Chile y Argentina, Morales estatizó los yacimientos de litio, creó una empresa estatal para conducir el proceso de explotación e investigación y estableció la producción en plantas piloto. Para el escalamiento industrial, inició acuerdos con Alemania y China que NO tuvieran como eje único e indiscutible el valor de cambio. De esa manera, se permitía resolver necesidades populares sin intercambio mercantil, a partir de dispositivos en los cuales el litio cumple un rol clave. El golpe truncó ese proceso. La recuperación popular fue muy rápida y se ramificó potente en las puebladas de Chile. Pero la derecha sigue amenazando con un nuevo golpe. Es imposible separar esta situación del magnate Elon Musk, quien ya amenazó con un golpe por el control del litio. Un representante de un pueblo indígena que desafíe el poderío de un buen amigo de Trump y Biden, como lo es el dueño de la automotriz Tesla. Este es el cuadro que muestra las contradicciones para entender la lucha contra el cambio climático y por el control soberano de la energía.

Desde CNTI lanzamos la iniciativa de impulsar una política pública hacia el litio y forjar una empresa pública trinacional de nuevo tipo. Una empresa regional que dé cuenta de los avances de los trabajadores y los pueblos en Chile, Bolivia y Argentina. En esta iniciativa hay una convergencia concreta con el programa planteado junto a TUED en la COP26. Es decir, la creación de empresas estatales con propiedad pública y directorios plurales que avancen con la industrialización del litio en territorio de origen, con justicia social y ambiental.

A pesar de que el artículo 75 de nuestra Constitución reconoce la preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas, en la práctica la privatización de los bienes comunes establecidos en el código de minería hace que estos derechos sean casi letra muerta.

La industrialización del litio en territorio de origen debe servir como forma de incorporar a las comunidades originarias, con participación plena en las decisiones, en el control y en la regulación. Asimismo, este es un modo de poner en discusión las legislaciones mineras neoliberales y elaborar democráticamente su modificación.

Ahora con el triunfo popular en Chile esta perspectiva de industrialización del Litio planteada por Evo en Bolivia se transforma en iniciativa política lanzada por la CNTI en el último congreso de la CTA-Autónoma convergiendo con la CSA y los sindicatos agrupados en TUED. Perspectiva de desarrollo para el caso del Litio, pero repetible conceptualmente para el caso del Hidrógeno Verde, la energía nuclear y otras áreas que cimente nuestra soberanía tecnológica. Es una línea a desplegar en todo el continente.

Aunque el mundo no es el mismo que en 1965, la lucha por la propiedad pública del suelo y del conjunto de los bienes comunes, la disputa por la planificación democrática centralizada de la energía, la perspectiva del desarrollo en términos socialistas (es decir, sin privilegios ni desigualdades), implica tener injerencia sobre los términos de intercambio entre naciones y entre empresas. Retomar la senda del Che implica recuperar la síntesis concreta de la forma en la cual se despliega la lucha de clases en Nuestra América, frente a las contradicciones que hoy ponen al planeta y a la enorme mayoría de la humanidad al filo del abismo.

Tal cual como se cantaba en la jornada de acción global ambiental en Glasgow: “Rebelión o extinción”. Y vuelve el Che cuando decía que si el presente es de lucha, el futuro es nuestro.

*Físico, investigador, trabajador de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) y coordinador de Transición Energética de la Coordinadora Nacional de Trabajadores/as de la Industria (CNTI-CTAA), fue invitado a participar en la COP26 en Glasgow.

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