Las señales que nos da la naturaleza se hacen cada vez más elocuentes. Su virulencia marca el daño que el neoliberalismo le hace al mundo con su política de saqueo y lucro. Urge retomar el control de los bienes públicos para iniciar una transición hacia otro modelo de desarrollo basado en una relación armoniosa entre la humanidad y el planeta.
Por Adolfo Aguirre*
Tras dos años de encuentros virtuales por el Covid-19 la COP26 se realizará de manera presencial. Nuevamente plantearemos con claridad que se necesita una agenda y compromisos más ofensivos para salvar al planeta. La cita será en Glasgow, Escocia, y contará con la presencia de la CTA-Autónoma en la figura de nuestro compañero Rodolfo Kempf, físico e investigador, trabajador de la Comisión Nacional de Energía Atómica, delegado de ATE y coordinador de Transición Energética de la Coordinación Nacional de Trabajadoras/es de la Industria (CNTI-CTAA).
Recordemos que este encuentro mundial tiene como antecedente la adopción en 1992 de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), esta fue la base para la adopción del Protocolo de Kyoto en 1997. La Conferencia de las Partes (COP), conformada en 1995, es su instancia máxima de decisión a nivel internacional ya que la componen todos los Estados miembro. Este año será el encuentro número 26 pero hasta ahora no ha habido respuestas estructurales a la crisis climática. La lógica neoliberal de saqueo y las imposiciones de los países centrales son las que priman.
Por eso, desde la CTA-Autónoma confluimos en la red de Sindicatos por la Democracia Energética (TUED), una alianza internacional que viene coordinando encuentros e iniciativas para dar forma a una propuesta estratégica desde las organizaciones de trabajadores a nivel global. También, como señala la Confederación Sindical de Trabajadores y Trabajadoras de las Américas (CSA) nuestra clase “está en la primera línea de afectadas/os por las consecuencias de la crisis ambiental y climática. La forma en que la crisis ambiental afecta a la clase trabajadora está asociada a las vulnerabilidades preexistentes producto de la desigualdad, la opresión y la discriminación. La propuesta de desarrollo sustentable con justicia social de la CSA implica disputar el orden económico dominante, la mercantilización y financierización de los bienes comunes y las desigualdades que cimentan el sistema. Hoy, a la luz del reciente Informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) la demanda sindical por cambios estructurales en la base de la economía se convierte en urgente e imprescindible”.
Nuestra hoja de ruta implica interpelar a la clase trabajadora, mejora y adecuar nuestras organizaciones y que cada persona que padece la informalidad laboral, la ausencia de derechos, sepa que sindicalizarse es la mejor manera de protegerse contra los abusos patronales. Democracia, derechos humanos y medio ambiente, son hoy tres pilares de los sindicatos.
Los cambios no se van a dar sin voluntad y decisión política. Amplifiquemos nuestra voz, hasta que se vuelva ensordecedora y para ello debemos extender la conciencia sobre la injusticia del sistema en el que vivimos y la posibilidad de otra forma de vincularnos, de otra sociedad donde la dignidad sea la base.
Debemos promover la defensa de los bienes comunes, la necesidad de confrontar con el poder de las transnacionales, terminar con la dependencia del FMI, el Banco Mundial y los mercados financieros. Después de Río+20, hace ya más de nueve años, las falencias del sistema de producción y consumo se agudizaron, y con la pandemia más aún. Como dijimos en el 2001 en Porto Alegre: otro mundo es posible. Y llegamos a Río de Janeiro en 2012 con el planteo de que había que ir del mundo posible al mundo necesario. Hay que mirar más allá de la pandemia, y más allá de las crisis recurrentes del capital.
La desigualdad y la concentración de la riqueza son alarmantes. Las medidas que hoy se exigen unánimemente por la pandemia, son las que venimos demandando en la fase previa. Promover otra distribución de la riqueza, impuestos progresivos y no regresivos para fortalecer servicios públicos claves como la salud, transferencias para que todos alcancen una vida digna bajo la forma de una renta básica financiada con contribuciones de aquellos que más tienen, y nacionalización de empresas estratégicas para el bien común.
Esta crisis pandémica nos deja como lección el papel protagónico del Estado y del sector público como garante de una vida digna. Ya no es posible un modelo de desarrollo realmente sostenible sin la existencia de servicios públicos de calidad y acceso gratuito, especialmente en lo que concierne a salud, educación, transporte y energía.
¿Tenemos noción o convencimiento de la fuerza de la clase trabajadora a nivel mundial y si merecemos vivir dignamente y mucho mejor porque hay regiones donde la desigualdad y concentración de la riqueza es alarmante y está vinculada con la muerte y no con la vida. Tenemos noción de la fuerza o creemos que somos débiles cuando somos el 99% y ellos son el 1% que se queda con todo?
Debemos construir una nueva cosmovisión política con la humanidad y con la naturaleza. Desarmar la tecnología del saqueo del neoliberalismo y construir la tecnología de la justicia social.
* Secretario de Relaciones Internacionales de la CTA-Autónoma y Coordinador General Nacional de la CNTI.