Son trabajadores y trabajadoras esenciales por definición y no por una pandemia. Nos cuidan de la aparición de zoonosis y de plagas en el país. Sin embargo, esa tarea silenciosa -y silenciada- queda afuera de cualquier beneficio.
Ya en el 2000 la Organización Mundial de la Sanidad Animal (OIE) empezó a utilizar la noción de “una sola salud” para explicar que la sanidad animal está íntimamente ligada a la salud humana. Argentina es uno de los 182 países miembros de la OIE, entre los que también se cuentan China, Estados Unidos y varios Estados de la Unión Europea.
Según este planteamiento, los peligros sanitarios a los que se enfrentan los animales y los humanos establecen una conexión insoslayable con la salud física interdependiente, en tanto comparten el mismo hábitat y son afectados por el cambio climático y la conducta humana, entre otros factores.
A tal punto esto es así que las conocidas zoonosis o enfermedades de origen animal -que también se propagan de persona a persona-, como las gripes aviar y porcina, la rabia y (¿por qué no?) el COVID19 de reciente descubrimiento pueden provocar fuertes crisis sanitarias mundiales. La actual es un ejemplo muy claro.
Por eso mismo es fundamental el tratamiento adecuado de la salud, de forma integral, con una gran capacidad de prevención y de atención sanitaria para las personas y, al mismo tiempo, con un estricto control por parte del Estado de la sanidad animal y vegetal, de la aparición de plagas y de la calidad e inocuidad de los alimentos que se consumen y se exportan.
En Argentina, el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (SENASA) es el organismo encargado del diagnóstico, de la vigilancia epidemiológica de plagas y enfermedades y de la inspección higiénico-sanitaria y tecnológica de los productos de origen animal y vegetal, así como de los establecimientos que los elaboran.
Además, es responsable del “control cuarentenario de las Importaciones, Exportaciones y Tránsito de vegetales, animales, equipos o materiales potencialmente portadores de plagas y enfermedades que constituyan un riesgo para la sanidad y la producción, y de la prevención, control y erradicación de las plagas y enfermedades exóticas de los vegetales y animales, así como también de la organización y coordinación de programas y campañas conjuntas con los productores para el control y erradicación de plagas y enfermedades endémicas o enzoóticas”.
A partir del trabajo de cientos de agentes fiscalizadores del Estado del SENASA, no solamente se previenen cientos de enfermedades que bien podrían cruzar las fronteras del país, sino que también se lleva un estricto control del origen de plagas y zoonosis originadas en otras naciones del mundo y que demostraron la peligrosidad a la que exponen a las personas.
La situación de los trabajadores
Tal como sucedía con la tarea de los trabajadores de la Salud, cuyo valor recién se puso de manifiesto durante la pandemia del coronavirus, existe desde hace muchos años una marcada invisibilidad del organismo sanitario, de la importancia de la tarea de sus trabajadores y de la necesaria jerarquización de las funciones que llevan a cabo todos los días en silencio, muchas veces sosteniendo al organismo desde sus bolsillos, con sus propios recursos, con bajos sueldos y con escaso reconocimiento por parte de la sociedad.
Ese rol esencial que se lleva a cabo desde el día cero de la pandemia se vio acrecentado en su responsabilidad porque ahora sumó, a los controles habituales, los nuevos procedimientos de protocolo que estableció el Estado en el rubro alimentación. No obstante, el sector no contó con ninguno de los beneficios que sí se dispusieron para el resto de los trabajadores y las trabajadoras que se ven –igual que los y las del SENASA- expuestos al virus y realizan trabajos esenciales de la administración pública y privada.
Para ser más precisos, no solamente empleados y empleadas del SENASA no percibieron el beneficio del bono de 20 mil pesos, pagaderos en cuatro tramos para los sectores de Salud y Seguridad, sino que tampoco fueron tenidos en cuenta en la flamante ley que –sancionada ya por el Senado y Diputados- exime a los trabajadores del pago del Impuesto a las Ganancias, y plantea un beneficio de pensión graciable y vitalicia para los familiares de quienes mueran por coronavirus durante la pandemia.
En este sentido, existe un reclamo histórico de los trabajadores y las trabajadoras del Servicio por la discriminación existente entre quienes, aún cumpliendo idénticas funciones en áreas de frontera, tienen notorias diferencias en materia salarial. Así ocurre que, por ejemplo, frente al control de equipajes y cargas en aeropuertos se ubican trabajadores de SENASA y Aduanas, con enormes diferencias salariales pero efectuando casi las mismas tareas: los primeros controlando alimentos y los segundos tecnología. Todos sentados frente al mismo scanner, bajo la responsabilidad de efectuar controles de pasajeros y llevar adelante decomisos o cobrar multas, si fuera necesario.
Los salarios de quienes revistan en el SENASA encargados de controles de sanidad representan, en algunos casos, la mitad de los haberes del sector de Aduanas, que, además, sí fue incluido junto a Migraciones en la iniciativa convertida en ley la última semana por el Congreso. La situación no es casual, si además tenemos en cuenta que se trata del único organismo que no está incluido en la Tasa Aeroportuaria, que contiene a todos los organismos estatales que cumplen funciones de frontera internacional.
Hasta la publicación de estas líneas el SENASA ya cuenta con un trabajador fallecido por coronavirus, presuntamente contagiado en un frigorífico mientras cumplía su rol, una labor mundialmente considerada “tarea sanitaria”.
En el enfoque multisectorial “Una sola salud” de la OMS, se afirma que “muchos microbios afectan tanto a animales como a humanos cuando unos y otros viven en un mismo ecosistema”, y se advierte que “los esfuerzos de solo un sector no pueden prevenir o eliminar el problema. Por ejemplo, la rabia en humanos solo se previene de manera eficaz actuando sobre la fuente animal del virus (por ejemplo, vacunando a los perros). La información sobre los virus de la gripe circulantes en animales es vital a efectos de la selección de virus para fabricar vacunas humanas contra posibles pandemias de gripe. Los microbios farmacorresistentes se pueden transmitir entre animales y humanos mediante el contacto directo o alimentos contaminados, de modo que para contenerlos de modo eficaz se precisa adoptar un enfoque coordinado en los ámbitos humano y animal”.
Los preceptos del organismo sanitario mundial deberían ser tenidos en cuenta no solamente para la jerarquización de la tarea del personal del SENASA, sino también para revalorizar su función estratégica en un país agroexportador como Argentina. Paradójicamente, el Servicio sanitario sí está reconocido mundialmente y cuenta con importantes calificaciones que le permiten ser un organismo de excelencia y contar con la apertura de mercados para la exportación.
Desde la Asociación Trabajadores del Estado (ATE) y la CTA Autónoma consideramos vital reconocer el rol del Estado y rediscutir ese lugar en tanto garante de derechos colectivos e individuales, de modo de poner en valor y destacar que, gracias a la labor sostenida y responsable de sus trabajadores y trabajadoras, se sostienen también los derechos de todos los argentinos.
*Por Mercedes Cabezas, Sec. de Organización de ATE Nacional.