Cada vez es más imperativo que la ciudadanía sepa discernir entre las cosas que pasan en el mundo real y lo que nos dicen y comunican. Debemos entender la paradoja del bombero pirómano y darnos cuenta de que es una técnica de muy antiguo uso en ciertos sectores de la política y de la cual hemos sido víctimas muy frecuentemente.
Sabemos que pirómana es una persona que tiene la patología de provocar incendios. Es sabido también que un bombero tiene la profesión de prevenir o apagar incendios. Entonces, ¿por qué un pirómano se haría bombero? Pues, presumiblemente, para apagar el fuego que ha provocado el mismo, apareciendo como el héroe de la jornada. Esta analogía señala a quien hace sus caprichos y resuelve los problemas que ha creado a su propia conveniencia y para su provecho futuro, hasta producir un nuevo “incendio” y volver a actuar como “bombero”.
Creo que, a partir de aquí, podemos ver varias situaciones que encajan en esta definición en el Paraguay. Por ejemplo, varios de los que durante muchísimos años evadieron y eludieron los impuestos (de un lado) y los que consintieron o dejaron impunes las evasiones (del otro lado), restándole millonarios recursos al país, llaman a urgentes reuniones para decidir sobre una reforma del Estado en un plazo perentorio, justo en momentos en que la gran mayoría de la ciudadanía está encerrada en sus casas y no puede participar, ni proponer, ni protestar. Además nos dan un diagnostico errado de las causas del “incendio”.
Durante años la élite privó al pueblo paraguayo de un Estado que estuviera al servicio de la gente, que brindara protección social adecuada, lo que incluye salud, educación, viviendas. Es la misma élite que siempre culpó a los pobres de su pobreza. Es la que propuso hacer exámenes médicos previos a quienes quisieran asegurarse en el IPS, cuando el fin de la seguridad social es precisamente apoyar a las personas que están enfermas, entre otros beneficios. La seguridad social es contributiva porque sus fondos provienen de los aportes de los trabajadores, empresarios y el Estado (de hecho, la parcela estatal es la gran ausente en el sistema contributivo tripartito del IPS, con una deuda estatal que ya asciende los US$ 500 millones). Pero la protección social no es contributiva. Es financiada con los impuestos que los Estados obtienen. En Paraguay, con el nivel de evasiones, elusiones y exenciones a las empresas más poderosas y a los más ricos, tenemos una vergonzosa presión fiscal del 9,5 por ciento. Que en Argentina esa presión fiscal sea de más del 30 por ciento explica por qué nuestros compatriotas enfermos van a mendigar atención hospitalaria en el país vecino.
Se escandaliza la gente porque los de Itaipú y Yacyretá ganan bien o porque en el sector público tienen contrato colectivo. Pero nadie dice nada de los superricos de Paraguay. Al respecto, el 3 de diciembre de 2014, el diario 5 Días nos decía que “el patrimonio de los ultra ricos en Paraguay ronda el 90 por ciento del PIB”. Afirmaba en esa publicación que la fortuna de esos paraguayos era estimada en 25 mil millones de dólares, la que dividiendo por 175 personas (aquellas cuya fortuna sobrepasa los 35 millones de dólares) daba “una suma per cápita de 143 millones de dólares, la segunda más alta de Sudamérica, después del Brasil”.
El 30 de octubre de 2019, ABC Color nos decía que “de los cinco más ricos del Paraguay solo uno paga el Impuesto a la Renta Personal”. ¿Quién se indignó por eso? Nadie.
¿Por qué esas personas físicas o jurídicas que tienen más no pagan más impuestos como se hace en los países más desarrollados? Nos responderán que ganaron su dinero con su propio esfuerzo. Y no vamos a discutir si se esforzaron o no, pero nunca podrán rebatir que una de las razones principales de su enriquecimiento es y ha sido que las leyes las han favorecido siempre. Por tanto, no estaría mal un impuesto al bienestar (como lo propugna a nivel internacional el economista Jeffrey Sachs, a quien el gobierno de Paraguay había contratado para dar su dictamen sobre Itaipú). Con ello se podría cubrir en todo o en gran parte los 1.600 millones de dólares ya comprometidos en la lucha contra el Covid 19 y se podría invertir más en la salud de la gente y en asegurarle un ingreso.
En la primera reunión de reforma del Estado, a la cual, obviamente, ni se amagó a invitar a los sectores sindicales y campesinos, una diputada se preguntaba por qué todas las personas que estudian una carrera quieren trabajar en la administración pública en Paraguay. A esa señora podríamos responderle con dos preguntas: 1) ¿Quiere ella que la gente que trabaje en el sector público no tenga estudios superiores? y 2) ¿Dónde quiere que la gente busque trabajo si el sistema favorece solamente a los sojeros, exportadores de carne y banqueros, que son los que registran más ganancias y que nunca producirán la cantidad de empleos que el país necesita? Hasta el FMI, que no es amigo de los sectores populares, ya recomendó al gobierno de Paraguay, en su misión de marzo de 2019, que debe salir del modelo agroexportador porque no puede seguir dependiendo del clima y de los precios internacionales de commodities (ver recomendación de la Misión del FMI a Paraguay. Art. IV).
El periodista paraguayo Pablo Herken hizo una publicación calificando de “burros” a los “bomberos” que quieren reformar el Estado ahora. Yo creo que son mucho más peligrosos que eso y digo que son tan codiciosos que quieren seguir lucrando con la desgracia general. No van a tocar los intereses de los poderosos. Ya así fueron esparciendo en el pasado la gasolina por todo el territorio nacional y colocaron la mecha para que el Covid 19 venga a encenderla. Ellos van a hacer creer que están apagando el fuego, pero no va a ser así.
Lo dije ya una vez y lo repito ahora: la gente que está en el gobierno de Paraguay y sus aliados están más a la derecha que el Fondo Monetario Internacional, lo cual ya es grave de por sí. Y traigo un nuevo ejemplo para ilustrar lo que digo. La oficina de la Confederación Sindical Internacional de Washington DC tiene la misión de observar cada movimiento del Banco Mundial y el FMI porque se sabe que ambos no son amigos de los trabajadores. Hoy nos informa esa oficina que el 14 de abril de 2020 comenzaron las reuniones (virtuales) de primavera del FMI, donde el tema principal es la crisis sanitaria. Las recomendaciones son las siguientes, entre otras: 1) No se puede sacrificar vidas por la economía. Si se falla en la contención del virus, ello tendrá consecuencias a largo plazo en la economía y en la salud. 2) Si el virus es contenido a mediados del 2020, la recuperación económica comenzaría todavía este año. Si se consigue eso, la economía mundial podría crecer en 5,8 por ciento el año que viene. 3) La economista jefe del FMI, Gita Gopinath, dijo que, en esta fase de contención del virus, hay que hacer más gastos en el área de salud y en apoyo salarial a los trabajadores y a las empresas (insólito, viniendo de alguien del FMI). 4) La revista Panorama Económico Mundial, de la misma entidad, dice que hay que priorizar en esta emergencia a los sectores más vulnerables.
En pocas palabras, nuestros “bomberos” autóctonos se reúnen para simular que apagan el incendio, pero la sospecha es que el fin real es reformar el Estado paraguayo para todavía mayor conveniencia de ellos. Mientras tanto, su aliado internacional está reconociendo tácitamente que el problema no es el salario del sector público ni los contratos colectivos. El FMI está diciendo que los gobiernos deben gastar lo necesario, y admite (sin mencionarlo) que debe tratarse de resolver los problemas creados por los recortes anteriores que dejaron al sector salud y a los ingresos de las poblaciones en estado de inanición.
¿De dónde se sacará el dinero para estimular a la economía paraguaya? ¿Seguirán peleándose los intendentes por los royalties de Itaipú? ¿Se descontará el salario a los trabajadores del sector público y no se pagará a los del sector privado para combatir el virus? ¿Se seguirá con la amnesia respecto a las grandes fortunas? ¿Se seguirán ignorando los flujos financieros ilícitos que siguen privando al Paraguay, por medio de subfacturación o sobrefacturación en el comercio internacional, de cientos de millones de dólares? (Ver informe en internet de Global Financial Integrity del 3 de marzo de 2020)
Para resolver esta pesadilla por capítulos, es preciso despertar y llamar a las cosas por su nombre. La prioridad es salvar vidas y los ingresos de los trabajadores, principalmente de los informales y/o autónomos. La economía puede recuperarse, las vidas no. La defensa de los puestos de trabajo pasa también por la capacidad de gasto que los trabajadores puedan seguir manteniendo. Y no nos quedemos esperando la caridad de los multimillonarios. ¡La élite económica debe entender que no existe contrato social que se sostenga con base en la filantropía: paguen sus impuestos!
*Por Víctor Báez Mosqueira, Secretario General Adjunto de la Confederación Sindical Internacional