El mito del emprendedor: por trabajo decente y derechos sindicales para los trabajadores de las plataformas digitales

El trabajo en línea avanza de forma ininterrumpida y se convierte en una de las caras más visibles de la digitalización de la economía. En la cuarta revolución industrial, la protagonista es la tecnología y los datos son la materia prima del denominado “capitalismo de plataforma”, que va de la mano de la masificación del acceso a Internet, a las computadoras y a los teléfonos inteligentes. En el marco de la Jornada Mundial por el Trabajo Decente, donde decenas de millones de personas se movilizan por condiciones dignas de trabajo y en defensa de los derechos sindicales, analizamos el desarrollo de las plataformas digitales en nuestro país, centrándonos particularmente en el caso de los trabajadores y trabajadoras de la plataforma colombiana Rappi en la Ciudad de Buenos Aires, Argentina.

Un informe sobre “Acceso y uso de Tecnologías de la información y la comunicación”, realizado por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC)[1], registra que 8 de cada 10 habitantes utiliza teléfonos inteligentes y 7 de cada 10 accede a Internet. En la franja etaria que va de los 18 a los 29 años, el uso de estos dispositivos asciende al 94,8%, y el acceso a Internet al 89,1%. Estas cifras nos muestran que hay “mercado” para las plataformas digitales debido a la masificación en el acceso a Internet. Las plataformas digitales encuentran un ambiente perfecto para instalarse no solo por la cantidad de población que accede a Internet, sino también por el contexto de crisis social y económica que atraviesa nuestro país[2], donde la clase trabajadora tiende a volcarse a opciones de trabajo de mayor flexibilidad e irregularidad.  

Cuando hablamos de trabajo desarrollado mediante plataformas digitales, nos referimos a aplicaciones que ofrecen servicios de todo tipo, desde transporte, hospedaje, diseños digitales y programación, hasta encargos domésticos y delivery. Este tipo de trabajo puede ser dividido en dos grandes grupos: el trabajo “bajo demanda” y el “crowdworking”. En el primero, se ofrecen servicios físicos, realizados por una persona próxima al usuario de la app, como puede ser pedir un Uber para trasladarse de un lugar a otro o encargar comida a domicilio. En el caso del crowdworking[3], se trata de servicios digitales que pueden ser realizados por una persona que puede encontrarse en cualquier parte del mundo. Aquí entran al juego plataformas como Amazon Mechanical Turk o Upwork, donde se ofrecen trabajos de diseño y programación, como así también servicios de traducción de texto o diseño gráfico. Un aspecto a tener en cuenta, es que a este último conjunto, lo integran principalmente cuentapropistas y profesionales en los rubros mencionados, mientras que en el caso de los trabajos “bajo demanda”, los mismos son aceptados por personas jóvenes y menos calificadas, -que están ingresando al mundo del trabajo o que lo han perdido en el último tiempo-, y que encuentran una forma de obtener ingresos mediante estas aplicaciones.

Una de las características principales de las plataformas que ofrecen servicios físicos es que se presentan como espacios donde quienes trabajan, lo hacen con mucha libertad y flexibilidad para decidir cómo, dónde y cuándo quieren prestar dicho servicio. En el caso de empresas como Rappi o Glovo, -que ya son parte del paisaje urbano de la Ciudad de Buenos Aires-, presentan a sus repartidores no como trabajadores, sino como “microempresarios” que trabajan sin jefe ni horario establecido. Asimismo, las plataformas no firman contratos con sus trabajadores como asalariados y los obligan a inscribirse como autónomos en el régimen fiscal, lo que implica de hecho no contar con los derechos laborales fundamentales de las trabajadoras y trabajadores registrados.

Para elaborar este breve informe, acudimos al testimonio de Julio Olivero y Roger Rojas, que junto a miles de jóvenes, en su mayoría migrantes de Venezuela y Colombia son trabajadores de la empresa colombiana de “delivery online” Rappi. Ellos tuvieron la gentileza de contarnos sobre las características de su trabajo y las condiciones laborales bajo las cuales prestan servicio.  

“Todos los medios de trabajo son aportados por nosotros, tanto los teléfonos celulares como nuestras bicicletas o motos” y agregan: “incluso debemos comprar la campera y la mochila a la propia empresa”.  El negocio para la empresa Rappi es sencillo: funciona con trabajadores sin derechos, ninguna inversión en transporte o movilidad para sus empleados –ni cobertura médica ante accidentes que puedan sufrir ellos o los que puedan provocar a terceros-, la indumentaria de trabajo que cada uno de los “microempresarios” a su cargo utiliza que no es provista por la empresa sino que debe ser adquirida por los propios trabajadores de la plataforma y funciona además como publicidad gratuita cuando la pasean por toda la ciudad en las camperas y mochilas naranjas de sus trabajadores. En síntesis, la empresa funciona casi sin capital, bajo la figura de una Sociedad por Acciones Simplificada -incorporada en la ley argentina en el año 2017 para incentivar el emprendedurismo- que responde por un respaldo de 17.720 pesos argentinos. En nuestro país Rappi tiene presencia física con una oficina ubicada en el barrio de Villa Crespo donde apenas algunos directivos de la empresa responden para recibir reclamos y no tienen capacidad de decisión o respuesta sin acudir a comunicación telefónica con las oficinas centrales en Colombia.

“Rappi dice que somos autónomos e independientes, pero es mentira. Nosotros no decidimos precios, ni intervenimos en la modalidad ni en los tiempos de entrega. Incluso nos sancionan cuando no aceptamos pedidos. No hay libertad alguna ni trabajo independiente en esas condiciones”, sostienen.

Los trabajadores comparten experiencias sobre problemas referidos a las limitaciones a la libertad y autonomía de su trabajo, del cual la empresa hace gala: “cuando no tomamos un pedido nos bajan el puntaje, el cual depende de la tasa de pedidos tomados y de la calificación de los clientes. Además cuando rechazamos algún pedido, nos bloquean durante una hora” relatan. Los testimonios también relatan cómo el único medio de contacto con la empresa a diario es a través de un call center ubicado en Colombia, del cual no reciben sino amenazas y exigencias de cumplimentar con los pedidos asignados bajo la amenaza de bloquear a su usuario de la aplicación. Es decir que los trabajadores que quieran hacer algún reclamo, tienen que mandar un mensaje a centros de atención que están en otros países.

Según estimaciones, son más de 10 mil los mensajeros registrados en plataformas de delivery, pero los que trabajan a tiempo completo, según los trabajadores, “no son más de un tercio de ese número”. Del plantel total de Rappi, solo el 20% de los trabajadores tiene nacionalidad argentina. Del 80% restante, cerca de la mitad son venezolanos, seguidos por un 20% de colombianos. El porcentaje restante lo completan trabajadores y trabajadoras de países limítrofes como y últimamente se han sumado algunos trabajadores de origen africano. Estos empleos, que no requieren cualificación ni experiencia previa, son la puerta de ingreso al mercado de trabajo para muchos jóvenes trabajadores migrantes, que no tienen otra opción que tomar estos empleos precarizados por falta de oferta laboral en trabajos formales o por déficits en la certificación profesional de los estudios realizados en el país de origen al llegar a Argentina. A ello se suma una dificultad más: para poder trabajar en Rappi se les exige a los migrantes tener la documentación personal “al día”, lo cual involucra una serie de trámites consulares de un valor elevado para quien llega al país y no cuenta con redes u apoyo de familiares o amigos ya instalados aquí.

Ante este panorama, ingresar como repartidor de este tipo de plataformas es sumamente sencillo. Tan solo basta descargar la aplicación en el celular, ingresar el DNI, foto y acceder a la capacitación. Incluso se puede ingresar a trabajar con “residencia precaria” en el país, la cual habilita a trabajar y estudiar por el término de dos años. En el caso de que el repartidor no cuente con una cuenta bancaria, se le otorga un saldo a favor en la aplicación, que puede cobrar con los pedidos que se paguen en efectivo.

Si bien la figura del microemprendedor y un gran aparato publicitario visibilizan la plataforma como una buena oportunidad para ingresar al mundo del trabajo en el país receptor, lejos están estas empresas de cumplir no solo las leyes laborales y de seguridad social, sino incluso lo que ellos mismos prometen. En las capacitaciones, las empresas dejan en claro que quienes ingresan al sistema son “sus propios jefes”. Pero en la vida real, en el día a día del repartidor de Rappi o Glovo, la falsa ilusión de decidir cómo, dónde y cuándo quieren prestar sus servicios, se esfuma cuando la empresa pone límites, controles y presiona para cumplir determinadas pautas de trabajo. La asimetría que existe entre el trabajador y la plataforma no encaja con la autonomía que le corresponde a un “autónomo”. En muchos casos, la plataforma tiene formas de ejercer control que superan a las que una empresa tradicional puede ejercer sobre sus trabajadores, como por ejemplo la opción de cesar a aquellos repartidores con cuya actividad no esté conforme. “La consecuencia directa de no estar disponible o no aceptar pedidos es la desactivación y cese del servicio”, sostienen los trabajadores de Rappi.

Frente a esta situación de precarización, sumado a cambios en las condiciones laborales ofrecidas por la plataforma, como por ejemplo la asignación de pedidos de distancias cortas a repartidores nuevos –mientras los que tienen más antigüedad reciben menos pedidos o pedidos que superan la distancia de 1,5km que es el límite de distancia del cual hablan en las capacitaciones, por solo 40 pesos por envío entregado-, los trabajadores y trabajadoras de Rappi dijeron basta y el pasado domingo 15 de julio[4] –el día de la semana donde mayor demanda de pedidos registra la aplicación-, realizaron la primera huelga para reclamar contra los permanentes cambios en las condiciones de trabajo en la plataforma de envío. La medida de fuerza consistió en loguearse en la app y no aceptar ningún pedido, lo que provocó un caos para la empresa, que no pudo atender la demanda y como medida para romper la huelga ofreció un aumento extraordinario y momentáneo del pago por pedido entregado a quienes se abstuvieran.

Ante esta medida de fuerza, los trabajadores lograron entablar diferentes reuniones con la empresa y recibieron el apoyo del gremio de motociclistas, aunque según los trabajadores de Rappi, la organización gremial no pudo responder a las demandas propias del sector. Pese a esa situación, los trabajadores y trabajadoras de Rappi no bajaron los brazos y se encuentran actualmente discutiendo nuevas medidas de fuerza, como así también discutiendo internamente nuevas formas de organización sindical que representen no solo a los trabajadores de Rappi, sino al resto de trabajadores y trabajadoras de plataformas digitales. De la misma manera, aún continúan luchando por modificar las nuevas condiciones de trabajo impuestas en la plataforma.

*Trabajadores de Rappi protestando frente a la oficina de la empresa en Villa Crespo

En el marco de la Jornada Mundial del Trabajo Decente, que destaca la injusticia del sistema económico, la reducción del espacio democrático y el deterioro de los derechos laborales, es sumamente necesario “cambiar las reglas” de este sistema. En este sentido, y más allá de las innovaciones tecnológicas, que no dejarán de existir, nuestro enemigo no son las plataformas, sino que discutimos la dirección política con que se introduce la tecnología en el trabajo. Consideramos que es necesario que nuestros Estados y los gobiernos que los conducen, establezcan marcos regulatorios fiscales, laborales y penales que garanticen una transición justa hacia la digitalización de la economía, donde las empresas sean responsables por sus trabajadores y no haya pérdida de derechos, asegurando el trabajo decente, salarios dignos y sistemas universales de protección social. La lucha de los trabajadores de plataformas va en esa dirección. La contradicción que persiste en este trasfondo sigue siendo la lucha entre capital y trabajo. Un triunfo de los trabajadores de Rappi, es un triunfo para toda la clase y una señal de alerta para todos los conglomerados globales que concentran la riqueza: en la era de la digitalización de la economía, no solo hay algoritmos y datos, también hay resistencia y organización sindical que no va a permitir que se carguen nuestros derechos. De nosotros y nosotras depende.

*Por Santiago Quiroga, Secretario de Organización de la CTA Autónoma Malvinas Argentinas e Integrante del Equipo de la Secretaria de Relaciones Internacionales de la CTA Autónoma Nacional.

[1] Ciencia y tecnología vol. 2 nº 1 Acceso y uso de tecnologías de la información y la comunicación. EPH Cuarto trimestre de 2017. Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC):  https://www.indec.gov.ar/uploads/informesdeprensa/mautic_05_18.pdf

[2] Sobre la coyuntura económica argentina y la situación de los trabajadores y trabajadoras frente a ella recomendamos consultar el artículo  “El modelo económico de Argentina, para beneficios de unos pocos”, realizado por Gonzalo Manzullo (Relaciones Internacionales de la CTA Autónoma): http://ail.ens.org.co/accion-global/el-modelo-economico-de-argentina-para-beneficio-de-unos-pocos/

[3] Para seguir leyendo sobre los tipos de trabajos en plataformas digitales y derechos laborales, recomendamos leer “El necesario reconocimiento de los derechos sindicales a los trabajadores de la economía digital”, J.M. Serrano García y S. Borelli: https://iniciativaoitinteruniversitariafuturodeltrabajo.com/ver-articulos/item/el-necesario-reconocimiento-de-los-derechos-sindicales-a-los-trabajadores-de-la-economia-digital

[4] Más información al respecto puede hallarse en el portal de noticias InfoNews: http://www.infonews.com/nota/316999/los-empleados-de-rappi-protestaron-contra

ACTUALIZACIÓN: 9 de octubre. Nace APP.

En el día de ayer, se inscribió en la Secretaría de Trabajo de la Nación, el primer sindicato de trabajadores de plataformas digitales de la Argentina y de América, la Asociación de Personal de Plataformas (APP).

La misma busca organizar sindicalmente a los trabajadores y trabajadoras que transportan mercaderías, como así también a los que transportan personas.

A continuación, compartimos la gacetilla de presentación del sindicato:

  En julio de este año los trabajadores de la plataforma de envíos a domicilio “Rappi” comenzamos a reunirnos y discutir có

mo mejorar nuestras condiciones de trabajo. Fuimos convocados a participar de las plataformas con consignas como “sé tu propio jefe”. Pero rápidamente comenzamos a darnos cuenta que las aplicaciones funcionaban gracias a nosotros, y no podíamos decidir nada. Y que lo mismo le sucedía a los de Glovo, a los de Uber, a todos los que trabajan para una plataforma. Es por esto que los trabajadores vemos en la creación del sindicato “APP” una forma de darle mayor legitimidad a nuestros reclamos en busca de mejoras.


Estas empresas deciden las tarifas, las comisiones y nos obligan a tributar por las operaciones comerciales por las que ellos son responsables. Trabajamos sin seguro de riesgos, sin salario fijo. Nosotros firmamos “términos y condiciones” que cambian hasta una vez por mes. Las aplicaciones nos venden los uniformes y las cajas con las que hacemos publicidad en la calle. Pueden bloquearnos y controlarnos cuando quieren, el ingreso es seguro pero la amenaza del bloqueo está presente todo el tiempo. 


La plataforma sólo permite que los clientes nos califiquen a nosotros ¡Pero no a las propias plataformas! Nuestros celulares están llenos de insultos y bajas calificaciones que luego las plataformas utilizan para asignarnos peores viajes.

Queremos seguir trabajando. No nos queremos ir. Sin embargo, somos pocos los que podemos aguantar más de unos meses trabajando así. Por eso  fundamos un nuevo sindicato. Porque se están aprovechando de nosotros. Porque nos prometieron ser nuestros propios jefes pero nos tratan como esclavos.

Los gerentes de empresas como Uber, Rappi y Glovo dicen que son los fundadores de una manera de vender que se va a expandir hasta ocupar todos los mercados.

Creemos que tenemos que aprender mucho de la organización sindical. Pero también creemos que la organización sindical tiene que aprender mucho de nosotros.

Si eso es así, los trabajadores de plataforma tenemos que organizarnos. Si esta es la economía del futuro, ¿cómo puede ser que trabajemos en condiciones tan precarias? Si este es el futuro de la economía, vamos a tener que construir los sindicatos del futuro. Si no lo hacemos, los miles y miles de trabajadores que vendrán a trabajar en las plataformas no tendrán quién los defienda.

Asociación de Personal de Plataformas (APP)

sindicapp.ar@gmail.com

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