La noticia del anuncio de la salida de Estados Unidos del Acuerdo de París, realizada por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, no por poco sorpresiva, deja de ser impactante.
Históricamente, Estados Unidos es el mayor emisor de gases de efecto invernadero del mundo desde la Revolución Industrial. En la actualidad, se posiciona como el segundo gran emisor, después de China. Tan sólo en este dato puede encontrarse parte de la respuesta a cuáles son las razones que llevaron al magnate ahora presidente a tomar semejante decisión. En efecto, Trump ya había tildado al cambio climático como “un invento chino”. Una frase doblemente pertinente para demostrar con ella su negacionismo frente al cambio climático como también para marcar su virtual competencia con una potencia emergente como China. Otra parte de la respuesta se encuentra, en su promesa de campaña en donde ya anunciaba esta salida como un guiño a aquellos empresarios y trabajadores de la industria del petróleo, a quienes prometía devolverles el empleo. De hecho el gobierno de Trump antes de anunciar la salida del Acuerdo, ya había desmantelado gran parte de la normativa ambiental establecida por su predecesor que buscaba reducir la utilización de combustibles fósiles, en particular eliminando la prohibición a nuevas explotaciones petroleras y al liberar extracciones de combustible fósil en la costa estadounidense.
El acuerdo de París, que ya era bastante limitado como instrumento para combatir el cambio climático debido principalmente a su carácter no vinculante, se basa en el compromiso de reducción de emisiones por parte de cada país signatario para evitar que a fines de siglo la temperatura del planeta aumente en dos grados (2º) respecto al nivel preindustrial (que ya ha aumentado 1,1º).
En concreto, la salida de Estados Unidos del Acuerdo de París, significa la vuelta a foja cero de los compromisos anunciados por Barack Obama, quien durante su gestión se había comprometido a una reducción de entre un 26% y hasta un 28% de las emisiones contaminantes para 2025 con respecto a los niveles de 2005. Y significa un duro golpe a los esfuerzos (aunque limitados) de la comunidad internacional por enfrentar el cambio climático, al dar desconocer el principal instrumento de intervención con el que se cuenta hasta el momento. No obstante lo cual, habrá que ver el rol que jugarán algunos estados comprometidos, como California, que podrían continuar con los esfuerzos por reducir las emisiones.
Esta medida es una muestra más del aislacionismo que está practicando EEUU en materia de política internacional, y constituye una amenaza al multilateralismo como modo de abordar problemas de índole mundial. Restará saber cuál será futuro que le quedara a los espacios multilaterales cuando la mayor potencia mundial decide jugar por fuera, y en particular cuál será el futuro del Acuerdo de París luego de este anuncio.
De nuestro lado, ahora más que nunca es cuando se hace preciso fortalecer la lucha en pos de un mundo ambientalmente sustentable y socialmente justo, frente a la doble amenaza de quienes quieren imponernos un modelo ferozmente neoliberal y frente a quienes se refugian en vicios nacionalistas para no asumir sus responsabilidades históricas.