La Razón (Edición Impresa) / Mariano Vázquez
02 de mayo de 2016
Se trata del Congreso más conservador desde la recuperación de la democracia en Brasil en 1985. Predominan los representantes de los agronegocios, del fundamentalismo religioso, de la banca, y de las fuerzas de seguridad.
Se la conoce como la Bancada BBB —Biblia, Boi (toro), Balas—, así la bautizó la diputada Erika Kokay del Partido de los Trabajadores (PT), y los proyectos de este grupo así lo corroboran: baja de edad de imputabilidad para menores, portación libre de armas de fuego, Estatuto de la Familia, reversión de la propiedad de tierras de los indios, aborto como crimen hediondo y penalización para los médicos que lo practiquen, Día del Orgullo Hetero, y más de 55 proyectos de ley que afectan a trabajadores, a su capacidad de negociar colectivamente y defender sus derechos, entre otros. Dominan de manera escandalosa el Congreso de Brasil.
El Departamento Intersindical de Asesoría Parlamentaria (DIAP), que fiscaliza desde las organizaciones de trabajadores qué hacen y quiénes son los diputados y senadores, publicó en 2015 dos pormenorizados informes: Radiografía del nuevo Congreso. Legislatura 2015-2019 y Las ‘Cabezas’ del Congreso Nacional. Una investigación sobre los 100 parlamentarios más influyentes. Dos botones de muestra del poder intimidante de la triple B.
El DIAP señala que de 513 diputados y 81 senadores que componen el Congreso, 251 son empresarios, 127 son hacendados, 55 son militares o policías, 78 son evangélicos. Advertimos que muchos de estos representantes portan las cuatro categorías. En el otro extremo, apenas 49 son sindicalistas, 3 son campesinos y 64 son mujeres.
Amplía este cuadro el secretario general del Movimiento Sin Tierra (MST), João Pedro Stedile, quien afirma que este Congreso no representa a la diversidad de Brasil, “porque el 60% de la población es negra y mulata y solo hay un 3% en el Parlamento; porque en el país solo el 3% son empresarios, pero en el Legislativo son la mitad de los representantes; porque el 58% de la población tiene menos de 35 años, pero esta franja solo tiene el 7%”. Pero entonces, ¿por qué fue tan votada la Bancada BBB?
Para el sociólogo y periodista de Tv Drone André Takahashi “existen varios motivos para tener un Congreso tan conservador”, pero considera como principal el “fortalecimiento de los políticos evangélicos a través de su señal de televisión Record, el segundo canal de mayor audiencia en Brasil, luego de la Tv O Globo, creada por los militares”.
“Esto medios —advierte Takahashi— te bombardean con sus mensajes masivos e influyen. También han crecido los programas policiales sensacionalistas, creando una cultura de miedo e inseguridad”.
A este fenómeno se suma el desgaste de 10 años de gobierno del PT, una crisis económica brutal y los escándalos de corrupción en la estatal Petrobras que “los medios, que son extremadamente conservadores, aprovechan”, señala este sociólogo y periodista, al tiempo que advierte que “hay una deuda enorme con la democratización de la comunicación en el país”.
Un informe de la organización Transparencia Brasil, publicado luego de la escandalosa votación del impeachment contra la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, indica que el 53,7% de los 513 diputados tiene acusaciones en la Justicia. En tanto que la cifra alcanza a 55,6% entre los 81 senadores.
Ese domingo el mundo observó el carácter fascista, racista y clasista de los diputados brasileños, que fundamentaron su voto en la familia, en Dios, en los hijos, o por el fin del comunismo, del PT y de los sindicatos; votaron hasta por los viejos tiempos del Terrorismo de Estado.
Fernando Francischini —que paradójicamente es policía y a la vez vicepresidente de la segunda central sindical del país Força Sindical— está acusado como perpetrador de una violenta represión contra maestros en huelga en abril de 2015, mientras fungía de jefe de Seguridad del Estado de Paraná. Votó “sí” al impeachment de esta manera: “Por el fin de la facción criminal del Lulo-petismo, por el fin de la CUT (Central Única de Trabajadores) y sus marginales”.
También la exaltación a la dictadura y la tortura se hizo presente. El diputado Jair Bolsonaro dijo: “Perdieron en 1964 (año del golpe contra João Goulart) y van a perder ahora en 2016” y rindió homenaje al comandante Carlos Alberto Brilhante Ustra (“el pavor de Dilma”, vociferó), uno de los más brutales verdugos de la dictadura brasileña, responsable del encarcelamiento ilegal y de las torturas contra Dilma Rousseff en los ’70. Otros diputados hicieron con sus manos gestos de disparar contra la bancada del PT.
El analista internacional Bruno Dobrusin afirma que esa votación expuso “al gran público no solo la profundidad del conflicto en Brasil, sino también la (des)composición del Congreso brasileño como ámbito de debate. La forma de votación fue única en la historia, y el objetivo de quienes la diseñaron (Eduardo Cunha a la cabeza) era exponer a todos los diputados a la presión pública. No solo logró ese objetivo, sino que también permitió tornar la votación en un circo donde se combinaron el clasismo, el racismo y el sexismo por parte de la gran mayoría de quienes expresaron su voto a favor del impeachment”.
Se trata de “una profunda división en la sociedad entre clases altas, blancas, predominantemente del centro-sur y sureste del país, que no soportan el proceso de inclusión social por parte de los sucesivos gobiernos del Partido de los Trabajadores desde 2002. Este proceso benefició especialmente a los pobres, a los negros y a las mujeres, lo que se tornó insoportable para quienes creen tener el control de los ritmos de la sociedad brasileña”. Hay una frase que circula entre las elites y grafica el racismo clasista: “Los aeropuertos se convirtieron en rodoviarias (terminales de ómnibus)”.
El impeachment a Rousseff fue solo el comienzo de esta estrategia conservadora. Por eso, Dobrusin subraya que “no es casualidad que hasta la propia red Globo esté preocupada por el avance conservador. La cadena de televisión evangelista Record incrementa su audiencia a costa de la audiencia de O Globo, compitiendo con su mejor herramienta: las telenovelas”.
En esa línea, André Takahashi dice que “se necesita una reforma política urgente, pero esta reforma deberá esperar por un nuevo Congreso que no esté manchado por un proceso golpista. Hoy es importante la reglamentación del artículo 14 de la Constitución que garantice la participación directa del pueblo en la política, y esto todavía no podemos hacerlo en Brasil”.
Los senadores se aprestan en los próximos días a seguir los pasos de los diputados. Pero, preocupados por la imagen internacional que dejó Brasil, piden mesura en el voto. Es solo una cuestión de forma. Brasil vive hoy un intento de golpe parlamentario. Es la revancha de los sectores oligárquicos que quieren volver a un estado pretérito al del PT. Las élites han salido del letargo y quieren dar el golpe de gracia en Brasil. Será una batalla titánica.