Por Fito Aguirre – Ya va más de una década—15 años para ser precisos—desde el comienzo de las negociaciones entre el Mercosur y la Unión Europea intentado firmar un acuerdo de libre comercio. Poco ha cambiado en lo que se conoce sobre las propuestas de cada bloque; mientras que los contextos a cada lado del océano sí han sufrido transformaciones importantes. Lo curioso es que estas transformaciones no parecen haber cambiado la matriz esencial de la negociación, donde continúan predominando los beneficios a las inversiones por parte de las empresas multinacionales, sumando cláusulas controversiales respecto a la capacidad de los estados de llevar adelante
políticas públicas que pueden afectar las ‘ganancias’ empresariales. El eje del acuerdo es cada vez menos comercial en el sentido convencional de intercambio de bienes, y más orientado a la protección de inversiones y
derechos de propiedad intelectual—en manos de las multinacionales.
Si damos un pantallazo general a los contextos de Europa y de la zona del Mercosur, se denota que claramente estamos ante un cambio sustancial en comparación a los comienzos de la negociación. Por el lado de la Unión
Europea, los cuestionamientos internos por parte de socios pequeños y grandes son ya una cuestión cotidiana, tal como lo demuestra el referéndum de este domingo en Grecia—respecto al acuerdo económico propuesto por Europa y el FMI—así como los debates dentro del Reino Unido, donde el re-electo partido Conservador comenzó una campaña orientada a dejar el bloque regional. Ambas situaciones se explican por los déficits de
articulación política que tiene la Unión Europea, así como también por la falta de democratización de las instituciones europeas, que dan poco acceso a la participación de los movimientos populares e inclusive a la integración de los gobiernos de países más pequeños. La expulsión del ministro de Economía griego de la reunión del Consejo Económico es el mejor
ejemplo de esto. El Mercosur tampoco tiene el mismo panorama que hace diez años, tanto en su contexto político-económico como en lo que respecta a la institucionalidad. Los avances que iban en la dirección de mayor
integración durante el inicio de los gobiernos de Lula y Kirchner se han detenido en los últimos años, profundizando el estancamiento de las economías regionales. A esto se le suma la incorporación de Venezuela como
miembro pleno y las intenciones de Bolivia y Ecuador en la misma dirección. Estas incorporaciones parecen estar más ligadas a la afinidad política que a una perspectiva concreta sobre lo que se quiere del proceso de
integración. En este sentido, preocupa que no haya un posicionamiento claro al respecto por parte del bloque, lo que afecta luego la negociación con otros bloques regionales. El hecho que se retome la negociación de un tratado de libre comercio en plena época de crisis económica debería ser en si mismo un factor para ser más cautos al respecto. Las promesas de grandes incrementos en las exportaciones por parte del Mercosur a la Unión Europea son sólo eso, promesas, ya que no se ha demostrado fehacientemente que esto vaya a ser así. Por otra parte, los dos bloques tienen serias diferencias internas al respecto. En Europa no se consolidó una oferta conjunta de todos los países miembros, ya que hay un grupo con serias preocupaciones de abrir sus mercados agrícolas al Mercosur. De la misma manera en el Mercosur se mantienen dudas entre Argentina con el resto de los miembros sobre la oferta a realizar. No tenemos que olvidarnos que Venezuela decidió no participar de las negociaciones desde el comienzo.
¿Qué nos indica este panorama? Desde nuestra perspectiva, como trabajadores, este contexto nos indica inestabilidad e incertidumbre respecto al acuerdo, que no parecen disiparse en el futuro inmediato. La falta de información dada al público es preocupante en ese sentido. Los acuerdos negociados donde se filtró información al público, como el caso del Tratado de Servicios (TISA) o e acuerdo de libre comercio Europa-EEUU,vienen demostrando aspectos altamente perjudiciales para la población ypara la capacidad soberana de los Estados. No debería sorprender que el acuerdo UE-Mercosur incluya cláusulas similares. No sólo debemos rechazar estos acuerdos, como en el pasado hicimos con el ALCA, sino que también debemos movilizarnos para que la integración regional retome el camino de profundización, incorporando la integración económica y productiva como uno de los pilares esenciales para construir nuestra soberanía regional.
Adolfo Fito Aguirre Secretario de Relaciones Internacionales CTA