En estas horas con media sanción en el Senado se dará lugar en la Cámara de Diputados la sesión para tratar los acuerdos entre China y Argentina. Estos acuerdos que el Gobierno anuncia con bombos y platillos algunos meses antes de terminar su gestión, podría tener un efecto de al menos una década y tiene aristas no menores para tener en cuenta.
«Argentina se compromete a seguir proveyendo de materias primas al gigante asiático a cambio de créditos con bajas tasas, y millonarias inversiones en infraestructura, y proveer al Estado argentino con productos manufacturados. Este acuerdo bilateral asimétrico, que preocupa por la falta de información y por cuáles serán sus formas de aplicación, pone de manifiesto que las grandes inversiones vienen atadas a la importación de manufacturas, destruyendo las industrias y la mano de obra locales, ajenas a las legislaciones laborales nacionales y por ende a la posibilidad de organizar a los trabajadores sindicalmente violando la libertad sindical y poniendo en riesgo nuestra soberanía.
Las relaciones que desde la CTA entablamos con diferentes sindicatos africanos, especialmente Angola y Sudáfrica (los dos son principales socios chinos en ese continente) nos dan un panorama preocupante en el aspecto laboral. Las grandes inversiones con combos cerrados destruyen las ya endebles industrias locales y afectan la mano de obra local, a la vez que llegan con su propia mano de obra, ajena a las legislaciones laborales locales y por ende a la posibilidad de organizar a los trabajadores sindicalmente. Los «contratistas» de los mega-proyectos chinos en África trabajan en condiciones de explotación intensa, viviendo en el mismo campamento de las construcciones y con una prohibición explícita de establecer contactos con las poblaciones locales, menos aún con organizaciones sindicales.
La dimensión de la inversión china genera que los países no quieran confrontar en estos aspectos con las imposiciones incluidas como parte del paquete. A su vez, los sindicatos deben lidiar no sólo con un aumento de la xenofobia entre sus bases, sino también con la incapacidad de extender la defensa de los derechos laborales a los principales emprendimientos económicos de los respectivos países.
Estos acuerdos que ya están siendo aplicados condena a la Argentina a un modelo de primarización de nuestra economía. Es la consolidación de un tipo de relación bilateral profundamente asimétrica, a tal punto que, en la última década -2004/2014- China ha acrecentado su papel como proveedor prioritario de productos e insumos industriales de gran valor agregado, al tiempo que incrementó las compras de bienes primarios u otros con escaso valor agregado. Esta tendencia no solo ha afectado a nuestro país sino que también se impuso en toda la región latinoamericana y particularmente en el Mercosur. Quien no supo dar una respuesta como bloque regional frente a la potencia Asiática y se opto por acuerdos bilaterales.
En el caso de la Argentina, en 2014, acumulamos el mayor déficit comercial en las últimas dos décadas, con importaciones chinas que orillaron los 11.000 millones de dólares y exportaciones que apenas superaron los 6.000 millones de la misma moneda. Donde acumulamos un déficit cercano a los 5.000 millones. Asimismo, es en el período 2009-2014, cuando comienza a profundizarse un desequilibrio cada vez más importante en la balanza comercial bilateral, que le permitió a China hacerse de un superávit acumulado de más de u$s 21.000 millones.
Entre 2003 y 2013 casi un 85% de la balanza comercial se concentró en tres productos: porotos de soja (55,46%), aceite de soja (19,27%) y petróleo crudo (10,04%). En la actualidad un 96% de la canasta exportadora argentina a China se compone de Productos Primarios o Manufacturas basadas en recursos naturales, mientras que por el contrario, las importaciones provenientes de aquel país se encuentran diversificadas en varias manufacturas de bajo, medio y alto contenido tecnológico, en muchos casos desplazando la generación de empleo local. El caso más nítido es la compra a China de locomotoras, coches y material ferroviario que podrían producir los trabajadores de EMFER. Por estos motivos podemos afirmar que el tipo de vínculo comercial de la Argentina con China reorienta los factores de producción hacia actividades de menor contenido de valor agregado y generación de empleos.
la República Argentina, no realizará convocatorias públicas nacionales e internacionales para la adjudicación de todo tipo de obras públicas relevantes, sino que se comprometerá a darle prioridad a China, a cambio de “condiciones ventajosas en calidad y precio” que, además de ser difíciles de comparar y corroborar en un esquema de estas características, trae asociado, seguramente, la provisión de insumos y bienes industriales de origen chino. Es decir, financiación en probables mejores condiciones relativas, a cambio de provisión de bienes de alto valor agregado, con la consecuente consolidación de China como proveedor global de la Argentina.
Lo expuesto sirve para decir que los acuerdos deberían servir para replantear el carácter actual de la relación con China. Si las inversiones que surgen de estos acuerdos refuerzan el patrón exportador actual de la Argentina, si bien pueden reducir el déficit comercial, consolidaron la especialización primaria de nuestra economía. Si el acceso a financiamiento barato implica perder de vista el desarrollo de proveedores locales se reproduce el debilitamiento de la trama industrial del país.
Al evaluar el Convenio Marco de Cooperación que está en debate y tiene media sanción del Senado, surgen ambigüedades, algunas precisiones preocupantes y una importante cantidad de Convenios complementarios y específicos que se desconocen y que nos hacen dudar de que este acuerdo sirva para otra cosa que consolidar la relación asimétrica y desigual que la Argentina tiene hoy con China contribuyendo a una mayor reprimarización de nuestra economía».