El martes 16 de junio la Corte Suprema de Justicia de EEUU dejó en firme el fallo del juez Thomas Griesa, por el cual se obliga a Argentina a pagar US$ 1500 millones al fondo MNL Capital y otros litigantes por sus bonos en default, que no entraron en los canjes de 2005 y 2010 (holdouts, que tienen el 7% del total de los títulos). Antes el fallo de Griesa ya había sido ratificado por la Corte de Apelaciones de Nueva York. Esa misma noche la presidenta Cristina Kirchner dirigió un mensaje al país por cadena nacional, en el que dijo que Argentina estaba siendo sometida a una extorsión, que no la iba a aceptar. Pero prometió que su gobierno dispondría todas las medidas tendientes a garantizar el pago de la deuda a los tenedores de bonos que aceptaron entrar en las reestructuraciones anteriores. Y subrayó que su gobierno está dispuesto a negociar con los fondos buitres. Al día siguiente, el ministro Kicillof dijo que Argentina no podía pagar a los holdouts, pero que aseguraría los pagos a los que habían entrado en los canjes, incluso trasladando el lugar de pago de Nueva York a Buenos Aires, a fin de evitar que se retengan fondos. “No pasarán. No van a impedirnos pagar la deuda al 93% de los bonistas que aceptaron los canjes de 2005 y 2010”, aseguró. Pero el cambio de lugar de pago es impracticable -Griesa prohibió a los bancos estadounidenses colaborar en la operación- y además desataría un default de toda la deuda (entre otras razones, porque podría activar cláusulas llamadas de cross default).
Pero lo más importante es que el Gobierno no quiere un default, como no lo desea la totalidad de la clase dirigente criolla. Aunque Cristina Fernández tampoco quiere renunciar al discurso patriótico detrás del cual ha venido agrupando a la militancia (peronismo de izquierda, PC y ex PCs, y similares). Por eso, toda la situación se sintetiza en esta contradicción flagrante: mantener la retórica de “resistencia nacional al capital financiero internacional”, al tiempo que se arreglan las cosas con el conjunto del capital financiero internacional. La dificultad de la tarea es que hay que enhebrar el nuevo “arreglo” en la saga de Ciadi, Milani, Chevron, Repsol, devaluación, ajustes de salarios, Club de París… Son demasiados los “sapos” que se viene tragando la militancia nacional. ¿Qué queda de las transformaciones “revolucionarias” de Argentina? ¿De qué se puede alardear ahora? ¿De una cuarta parte de la población en la pobreza? ¿Del 35% de los trabajadores precarizados? ¿De las jubilaciones de miseria? ¿De la fuga de capitales? ¿De pagarle 9700 millones al Club de París en 5 años?
Por supuesto, todo esto debía ir debajo de la alfombra, pero ahora hay que hacerle tragar a las bases del kirchnerismo un nuevo y gigantesco sapo: pagar a los fondos buitres, después de haber jurado y recontrajurado durante años que no se les daría un dólar. El discurso de hoy, 20 de junio -día de la bandera en Argentina- de Cristina en Rosario se puede sintetizar en “unidad nacional… para pagar”. El mensaje fue “la Patria pagará la deuda a todos los acreedores”. Incluso ya se habla de que estaría acordada una nueva emisión de bonos, para entregar a los holdouts, junto con una parte del pago en efectivo. El juez Griesa dejó abierta una puerta para esta negociación al aclarar que el pago no tiene por qué ser todo en efectivo. The Wall Street Journal dice que los fondos buitres ya habrían aceptado recibir bonos. Los mismos acreedores que entraron en los canjes pueden estar interesados en que Argentina llegue a algún tipo de acuerdo con los holdouts, antes de que haya un default general que obligue a renegociar todo de vuelta. Con esto en vista, en esta nota presento algunas reflexiones en torno la deuda y el discurso K sobre el asunto.
Explicación materialista y capital financiero
Es necesario, en primer lugar, abordar la cuestión desde un enfoque materialista, esto es, dando prioridad explicativa a los condicionamientos de clase por sobre los relatos y las ensoñaciones ideológicas. Es que si bien las relaciones sociales no determinan mecánicamente el comportamiento de los personajes históricos, y por eso nadie puede descartar alguna “pirueta” nacionalista circunstancial, lo cierto es que las piruetas no determinan el curso de los acontecimientos. Apenas alteran algo de las formas. Y en todo este asunto, el curso profundo está determinado por el hecho de que entre el capital “en general” y el capital financiero existe una relación orgánica. Esto es, el capital financiero no es un capital “aparte”, sino una de las formas que adopta el capital, y que como tal, es indisociable del modo de producción capitalista. Esto no se interrumpe fronteras adentro, y por una razón muy sencilla: no hay acumulación del capital sin crédito; no hay crédito sin tasas de interés y mercados financieros; y no hay mercados sin especuladores. Y cuando el capitalismo se internacionaliza, no hay manera de desligar el capital local del capital internacional ni, por supuesto, del capital financiero internacional. Esta es la razón de fondo por la cual toda la clase dominante criolla -incluidos sus representantes más “izquierdistas”- presiona para que se llegue a un acuerdo con los buitres. Incluso los economistas K heterodoxos se han puesto serios, y hablan de las “dificultades que tiene el país por sus serias restricciones externas”.
Esta actitud no se debe a que la burguesía argentina, o sus representantes políticos, estén “colonizados” por el capital financiero internacional, como creen algunos. Es una relación de distinta naturaleza que la colonial, porque es entre participantes del botín de la plusvalía, que discuten de qué manera arreglan con los menores costos (menores costos para ellos, no para el pueblo, se entiende). Esta relación es la que pone un límite objetivo -el marxista posmoderno se pone incómodo- al devaneo “anti poder financiero global especulativo”. La insulsa tesis (Laclau y compañía) de que las clases y los movimientos políticos son construcciones retóricas y discursivas, no tiene forma de disimular el carácter objetivo de la vinculación entre modo de producción capitalista – crédito – intereses – deudas – especulación – carácter internacional del capital. Y esto significa, entre otras cosas, que existe un nexo orgánico, interno, entre la Patria -construcción burguesa- y el capital financiero, incluido el más especulativo. La oposición que el militante nac & pop cree absoluta, se da en realidad en el marco de la unidad entre las formas del capital, y no puede no darse en el plano de esa unidad.
Bajemos a tierra el planteo. Si el capital es, en esencia, valor que se valoriza mediante la explotación del trabajo (dinero que da más dinero, para dar más dinero), es inevitable que todo capitalista quiera ganar más y más saltando toda barrera y especulando de cualquier forma. Y para esto no hay que ir a Nueva York. Pensemos, por ejemplo, en capitalistas financieros operando bajo la dictadura militar argentina, y quedándose con las viviendas de quienes no podían pagar sus hipotecas. O en contratistas haciendo negociados como proveedores del Estado, y multiplicando sus fortunas de la noche a la mañana. O en inversores comprando tierras fiscales a precios viles, para revenderlas en poco tiempo por montos varias veces superiores. O en “asesores de deuda” cobrando millones a una provincia hambreada por “asesorar” una reestructuración de deuda con el gobierno nacional. O de nuevo imaginemos a inversores comprando, entre 2003 y 2005, títulos defaulteados a 20 o 25 centavos de dólar, entrando luego en el canje y enriqueciéndose de manera colosal con las altas tasas que se les pagaban (más “propinas” como el cupón PBI) y con la valorización de los títulos. Pero además, el capital acumulado por el especulador inmobiliario, por el contratista del Estado, por el adquirente de bonos, por el “old fund”, conecta por todos los poros con el capital mundial. Es parte de este, es sangre de su sangre y carne de su carne.
Veámoslo todavía en relación al país que se ha convertido en la bandera del nacionalismo pequeño burgués militante, la Venezuela chavista: entre 2005 y agosto de 2008 Venezuela le prestó a Argentina 7.599 millones de dólares a tasas que empezaron en 8,5% y terminaron, en agosto de 2008, en la astronómica cifra de 14,8%. Cuando se llegó a esos niveles, Argentina dejó de colocar deuda al compañero Chávez. ¿Qué tiene que ver esto con la patria o la liberación nacional? ¿O acaso van a explicar que Chávez cobraba esa tasa a Argentina porque estaba colonizado por el capital financiero internacional? Precisemos también que esta compra de bonos dio lugar a jugosos negociados de funcionarios chavistas y amigos del régimen: el gobierno de Venezuela vendía una parte de los bonos argentinos a bancos locales cobrando en bolívares al tipo de cambio oficial. Luego los bancos vendían los bonos en el mercado del dólar paralelo (precio más elevado que el oficial); quienes compraban los bonos los utilizaban para sacar divisas de Venezuela.
Toda una demostración de cómo funcionan estos mecanismos de liberación nacional y lucha contra el capital financiero especulativo internacional. A comienzos del siglo XXI ya no queda huella alguna del carácter medianamente progresista que pudo tener el capitalismo estatista de mediados del siglo pasado, que al menos procuraba invertir en desarrollo de las fuerzas productivas (aun con sus deficiencias). Actualmente, en esta era de nacionalismo estatista senil, lo que predomina es el lumpen, el aventurero sin límites ni escrúpulos. Por eso “Patria o buitres” es “solo” discurso. Coloco comillas en el “solo” porque no quiero disminuir la relevancia del discurso, la incidencia de lo ideológico (en el sentido de Marx) en el accionar de los seres humanos. Pero lo que trato de significar es que el discurso no afecta en ningún sentido profundo a la lógica del capital (el marxista posmoderno se pone nervioso de nuevo). Aun en el caso extremo de que el Gobierno K hubiera terminado defaulteando, ello no hubiera implicado una medida “revolucionaria”. Incluso en esa eventualidad (que no va a darse, todo indicaría) hubiera vuelto a negociar con el capital financiero de conjunto, y a recomponer relaciones. Es parte de su naturaleza social; segregan este curso con la misma espontaneidad con que un gusano segrega seda.
Deuda y transferencia de excedente
Ahora hay que particularizar lo anterior en el movimiento histórico concreto de la deuda externa argentina. Recordemos que la deuda ha venido creciendo de manera sostenida desde 1976. Al momento de producirse el golpe militar era de 8500 millones de dólares; al llegar Alfonsín había subido a 44.000 millones de dólares; en 1989 era de 65.000 millones; con Duhalde alcanzó los 176.000 millones; y en diciembre de 2013 (no hay muchos datos oficiales, el gobierno oculta mucha información) el stock de deuda era de 202.000 millones de dólares. Pues bien, el cuento que se cuenta habitualmente sobre este proceso viene a decir que la deuda externa fue una pura imposición de la dictadura militar, en combinación con los bancos y los centros financieros, y que desde entonces se estableció un mecanismo de explotación por vía del pago de intereses y refinanciación de los principales prestados, cuya víctima fue el pueblo argentino de conjunto (hasta que llegaron los Kirchner a liberar al país).
La realidad, sin embargo, es otra. Por empezar, ya en 1975, bajo el gobierno de Isabel Perón, hubo un intento de tomar grandes cantidades de deuda a tasa variable para superar la aguda crisis de la balanza de pagos que Argentina estaba atravesando. Luego, a partir de 1976, el endeudamiento fue aprobado, o por lo menos consentido, por amplios sectores de la clase dominante. Por este motivo continuó después de caída la dictadura militar, y se prolonga hasta el día de hoy. ¿Cuál fue la lógica? Pues que la deuda sirvió para financiar las grandes salidas de capitales que ocurrieron a lo largo de todos estos años. En este punto, un trabajo de economistas K del Banco Nación (Gaggero, Casparrino y Libman, “La fuga de capitale. Historia, presente y perspectiva”, Cefidar, 2007) muestra con meridiana claridad cómo el stock de la deuda externa y el stock de capitales fugados crecieron casi a la par desde mediados de los 1970 hasta los mediados de los 2000. Esto no fue una “imposición” del imperialismo colonialista sobre una burguesía sometida, sino una operación consciente y libre de los explotadores criollos, obedeciendo a sus propios intereses. Por esta vía se operó concretamente la soldadura con el capital financiero internacionalizado.
Naturalmente, las refinanciaciones también dieron lugar a repetidos festivales de dinero -cada una de estas operaciones dejaba suculentos ingresos a quienes participaban de ellas-, saqueo de los fondos públicos y corruptos negociados de todo tipo. Es muy significativo que en los 1990 y comienzos de los 2000, cuando se anunciaban las reestructuraciones de la deuda externa -en el marco de un creciente empobrecimiento del pueblo trabajador- la clase dominante saludaba estas operaciones como “triunfos”. Subrayo: fue una política general, de clase. Y esa política se integró con las privatizaciones -que implicaban siempre nuevas y gigantescas transferencias de riquezas-, con las aperturas de los mercados, y el despliegue a pleno de las leyes del capital. La dirigencia K, que hoy se hace la víctima, no puede negar que participó de cuerpo y alma en el asunto.
Por otra parte, muchos de los que adquirían los bonos de deuda también eran argentinos. Para bancos, financieras y otros inversores, los títulos eran vistos como una oportunidad de buenas ganancias. De esta manera se estrechaban también los vínculos con el capital financiero internacional. Por eso no se puede decir que la clase dominante argentina fuera o sea actualmente “explotada” por medio de la deuda. Los argentinos que tienen colocaciones financieras en Suiza, Miami o paraísos fiscales como las Seychelles, no están oprimidos por los centros financieros internacionales, sino son partícipes de la explotación del trabajo a través del capital de préstamo, al mismo nivel que cualquier otro capitalista financiero, sea de EEUU o de cualquier otro país.
Condiciones para los buitres
Recurrir a la historia y ampliar la lente hasta las relaciones sociales subyacentes permite desnudar al impostor. La “niebla ideológica” del nacionalismo estatista no sólo pretende ocultar “el reino de las estructuras”, para sustituirlas por mera apariencia -bandera argentina, patria, unidad nacional- sino también su propia participación en el crimen que denuncia con palabrerío infinito. Por eso, escuchando en el día de hoy a Cristina Fernández, me vino a la memoria el pasaje de Marx que dice “si de verdad creyera en su propio ser, no lo escondería bajo la apariencia de un ser ajeno ni buscaría su salvación en la hipocresía y el sofismo”. Es que no fue “un ser ajeno” a los Kirchner el que estableció las cláusulas que posibilitaron a los fondos buitres litigar en Nueva York.
Los datos, los duros datos de la realidad y de la historia reciente -esos que nunca podrá “coordinar” el funcionario “coordinador del pensamiento nacional”- están allí para quien quiera verlos. Cuando se reestructuró la deuda en 2004, el decreto firmado por el presidente Kirchner (decreto número 319 del PEN) prorrogó la jurisdicción de los tribunales de Nueva York y la renuncia a oponer la defensa de inmunidad soberana. Esta renuncia de soberanía fue mantenida en el nuevo canje de 2010 (decreto 1953 de 2009, presidencia Cristina Kirchner). Alejandro Olmos Gaona (del que tomo muchos de estos datos) señaló repetidas veces que los funcionarios argentinos que aceptaban los tribunales de Nueva York no podían desconocer las tradiciones del derecho anglosajón en cuanto hacer cumplir contratos de deudas. Pero el criterio sigue vigente: entre las cláusulas (que se intentan mantener en secreto) del convenio que el gobierno K firmó con Chevron, hay una que establece que en caso de existir desacuerdos entre Chevron e YPF, la jurisdicción para arreglarlos no serán los tribunales argentinos, sino la Corte Internacional de Arbitraje de la Cámara de Comercio con sede en Francia. Y otra que dispone que la ley aplicable del acuerdo en caso de incumplimientos o disputas no es la de Argentina, sino la que rige en la ciudad de Nueva York.
Tengamos presente también que en los canjes de 2005 y 2010 actuaron como intermediarios grandes grupos financieros: Citigroup Global Markets Inc. y Deutsche Bank Securities Inc. y Barclays Capital Inc., UBS Limited y Merrill Lynch, Pierce, Fenner & Smith Incorporated, que cobraron, como siempre, jugosas comisiones. Además, se fijaron otras cláusulas muy favorables a los acreedores, como las “cross default” (que disparan el default generalizado si no se cumple con el pago a algunos bonos), o la “RUFO” (siglas en inglés de derecho acerca de futuras ofertas), que garantiza que cualquier mejora que se otorgue a los que no entraron en el canje se aplicará a los que sí lo hicieron. Naturalmente, la Presidenta se niega a recordar estas cuestiones. Pero son datos históricos que no deberían olvidarse.
Permanencia de la dependencia y el subdesarrollo
Como lo hemos señalado más arriba, aquí hay un sendero que se profundiza y afianza. Los acuerdos con el Ciadi, con Repsol, Club de París, ahora con los fondos buitres, no se pueden separar de la devaluación y el ajuste de salarios, ni de cuestiones como la ley antiterrorista, la inteligencia sobre organizaciones de izquierda y movimientos sociales, o la designación de Milani. Y todos ellos conectan con algo fundamental, que hemos discutido en otras notas: el pretendido “modelo industrialista con inclusión social” no cambió en absoluto la matriz dependiente y atrasada del capitalismo argentino. Los “pilares” de la economía K durante la última década siguieron siendo el complejo sojero, maicero, la gran minería, la industria automotriz (deficitaria en términos de balanza comercial) y la industria liviana, con crecimiento más bien extensivo (esto es, basado en plusvalía absoluta). En este marco, desde 2007 a 2012 se produjo una nueva y gigantesca fuga de capitales (unos 80.000 millones de dólares hasta el cepo cambiario), expresión mayúscula del subdesarrollo. Agreguemos que en la “década ganada” los acreedores recibieron 173.000 millones de dólares (cifra proporcionada por Cristina Fernández). Y desde fines de 2013 la economía entró en estancamiento y recesión; a la vez, disminuyó el superávit comercial, y continuó aumentando el déficit fiscal. Por eso están dadas todas las condiciones para un nuevo incremento del stock de deuda. A los 9.700 millones de dólares que se comprometieron con el Club de París y a los 5000 millones de endeudamiento con Repsol, se sumarán ahora los montos que “arreglen” con los holdouts.
Cuando el gobierno devaluó en enero, los escribas K escribieron que “esta vez iba a ser distinto”. Desde este blog -y desde todas las publicaciones de la izquierda marxista- se pronosticó que venía más explotación y penalidades para el pueblo trabajador. No nos equivocamos. Ahora nos quieren vender que están “liberando la Patria” con este nuevo ciclo de endeudamiento masivo. La realidad es que esta “liberación” va a significar nuevos y mayores “ajustes” sobre los salarios y el bienestar de la clase trabajadora. De nuevo, esta vez tampoco será “distinto”.
Por Rolando Astarita
http://rolandoastarita.wordpress.com