Las noticias que circulan acerca de China suelen presentar al gigante asiático, y mundial, desde el punto de vista económico, remarcando su acelerado crecimiento desde la apertura al capitalismo de mercado a fines de los 70.
Las noticias que circulan acerca de China suelen presentar al gigante asiático, y mundial, desde el punto de vista económico, remarcando su acelerado crecimiento desde la apertura al capitalismo de mercado a fines de los 70. Si la referencia es política, suele estar relacionada a la política exterior de China, y su creciente interés por marcar la cancha a nivel internacional. Presentar a China de esta forma excluye un factor más que relevante: las confrontaciones políticas internas. La idea que gobierna el Partido Comunista Chino (PCC), y por lo tanto este aplica una mano de hierro al disenso, suele ser la base de obviar esta dinámica. Sin embargo, las últimas semanas marcaron un ritmo totalmente distinto al que se pretende mostrar.
A los hechos. A mediados de marzo el PCC decidió suspender del partido a uno de los miembros ascendentes dentro del liderazgo chino, el alcalde de Chongqing Bo Xilai, luego de que su jefe de policía pidiera asilo en el consulado de Estados Unidos de la ciudad de Chengdu. Un caso extraño, sorprendente, pero que esconde una disputa que lleva ya más de dos décadas hacia dentro del PCC.
Bo Xilai es uno de los políticos más populares del momento, alcalde de la ciudad más grande de China, con casi 30 millones de habitantes, que aplicó como medida más relevante una revitalización del sistema de seguridad social de los habitantes, y promovió mayor presencia del estado en la provisión de servicios públicos. Bo Xilai no era cualquier gobernante. Hijo de uno de los líderes de la revolución comunista, Bo Yibo, Xilai había revitalizado la posición de izquierda dentro del PCC, la búsqueda de soluciones para contrarrestar las desigualdades y que el enfoque vuelva a ser la clase trabajadora y no los sectores de negocios. Amenazó, suavemente, con promover una nueva “revolución cultural” para revivir la conexión entre los gobernantes y el pueblo.
Pero Xilai estaba jugando con fuego. El planteo de posturas críticas hacia el capitalismo de mercado y la falta de atención a los más necesitados de la sociedad lo colocó en la vereda de enfrente de muchos de los líderes actuales del PCC, que provienen de las ciudades de la costa este como Shanghai y Guangdong, donde el capitalismo de mercado está su etapa de gloria. La disputa entre el sector liberal y el sector de izquierda del partido quedaron nuevamente expuestas a la vista de todos. La expulsión de Bo Xilai –quien era candidato a ser uno de los 9 miembros del ejecutivo del Politburó– no cierra los debates. La disputa incluye también modelos políticos. Mientras que los sectores de izquierda defienden el partido único, los sectores liberales empujan una reforma política que abra los espacios de representación. Por el momento, la continuidad de la línea dominante actual ya está garantizada con la elección de Xi Jinping, actual vicepresidente, como presidente a partir del 2013.
El segundo hecho relevante fue la elección del Jefe Ejecutivo de Hong Kong, el domingo 25 de marzo último. Aquí el péndulo fue hacia la izquierda, ya que ganó Leung Chun-ying, el candidato que mayor contenido social tenía en su campaña. Esta se basó principalmente en promover programas de viviendas para los sectores más pobres, una de las problemáticas más fuertes que vive la ciudad. El sistema de elección de Hong Kong, que es una Región Administrativa Especial, no es abierto a todos, ya que una comisión electoral de 1200 miembros, la mayoría nombrados por Beijing, elige al jefe ejecutivo. La atenta mirada del PCC domina los evento políticos en Hong Kong, por lo que no deja de sorprender el cambio en la línea de gobierno.
Los dos eventos de marzo son una muestra clara que China tiene internamente un nivel de debate importante, no sólo con rebeliones sociales en regiones alejadas del centro de poder, sino también con debates sustanciales y muy intensos hacia dentro del partido gobernante. Esta imagen contrasta con la que presentan los grandes medios de comunicación y empresas multinacionales que tienen el ojo puesto en el mercado chino.
China está atravesando una transición hacia una sociedad de consumo y esto genera resquemores sociales y políticos. No es casualidad que la figura de Bo Xilai se presente fuertemente en este momento, como tampoco lo es que el PCC haya decidido comenzar un proceso de reformulación de su política económica hacia el mercado interno. El rumbo de la transición parece marcado hace años, pero no está exento de disputas y contradicciones internas.
(Bruno Dobrusin: 11.04.2012)