Una vez más, este nuevo 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer Trabajadora, miles de mujeres jóvenes, niñas, adultas y mayores coparon las calles de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires para marchar contra las violencias machistas y las desigualdades de género que aún prevalecen –e incluso crecen– en nuestro país.
El punto de encuentro era a las seis de la tarde frente a la fachada del Congreso. Apenas pasadas las 15, el subterráneo comenzó a detenerse en cada estación, más de lo habitual. A la mitad del recorrido, los vagones comenzaron a llenarse de mujeres portando pañuelos verdes y carteles con frases feministas, increpando al patriarcado, a la violencia de género, al avance femicida y a la indiferencia social.
Movilización y Paro Nacional contra la violencia machista bajo la consigna «La deuda es con nosotres y nosotras». Temprano, por la mañana, dirigentas de la CTA-Autónoma junto al resto de las organizaciones nacionales brindaron una conferencia de prensa en el Monumento al Trabajo, ubicado en la avenida Paseo Colón 800, como previa de lo que un par de horas después se convertiría en otra histórica movilización masiva.
Mientras tanto, a la altura del 220, sobre la calle Santiago del Estero, un numeroso grupo conformado por mujeres de diferentes edades, culminaban con los últimos detalles durante los preparativos previos a ganar las calles y encolumnarse hacia el lugar de destino programado. Son las chicas que bajo el “Mujeres y Diversidad” como consigna, se agrupan en el colectivo de género en la CNTI, la Coordinación Nacional de Trabajadoras de la Industria, así lo revelan sus remeras estampadas y sus banderas. La gran mayoría de ellas son del sector privado de la industria, allí donde hacer un paro es difícil, allí donde abrirse paso en sectores que el capitalismo masculinizó parecía una epopeya. Allí es donde las compañeras resisten, se organizan y crecen, en número, en convicciones y en organización.
A la hora indicada, entre gafas y viseras y pañuelos al cuello y mochilas a cuestas, eufóricas y en bloque, empoderadas en un solo canto furioso, de protesta, de resistencia y de lucha, parten aunadas para sumarse a sus pares hasta perderse entre el resto de las columnas.
A medida que avanzan, el griterío sube decibeles al volumen de los coros en masa y al compás de los bombos o redoblantes. Son muchas, muchísimas. Se van formando por inercia avanzando lentamente, cuerpo a cuerpo, sin pelear por más espacio, acuerpadas entre ellas.
Ya son casi las cinco de la tarde, los contingentes siguen llegando y las banderas de la CNTI hacen de escoltas para compañeras al paso. Hay madres con hijos e hijas en brazos, algunos bebés en cochecitos, grupos numerosos de mujeres muy jóvenes; adultas, personas mayores y también algunos hombres, que de tan poquitos se pierden tras el fragor de las chicas en marcha.
Ha pasado una hora, el sol no cede, mucho menos la energía y las voces que piden justicia por tanta violencia y femicidios impunes. El ambiente también es festivo, lleva ritmo de tambores sobre un escenario con brillos, con muñecas danzantes y gargantas que cantan. Ese grupo, en pie de lucha continuo y alma de una eterna militancia, ancla en la CNTI como base, militando día a día codo a codo y organizadas, pero se agiganta y se suma, a la revolución colectiva que cada año es más fuerte y que ya nadie podrá detener en su patriada.
El resto se sabe y fue televisado. Se ve en los noticieros y en las redes, o aparece en todos lados. Lo que se dice y escucha, la real dimensión del tenor a cada diálogo es lo que aún no emerge como merece. “Hoy hicimos historia compañeras, otra vez. Ya nadie nos callará, tenemos que seguir organizadas. Vámonos a casa pero mañana seguimos con paro o sin paro”, se escucha decir desde el corazón del grupo de trabajadoras de la CNTI durante el regreso a casa.
Acaban de volver a escribir otra página importante en la historia. Vienen de reconfirmar que existe una marea rebelde, una nueva ola, una generación que aprendió a nombrar con fuerza, sin miramientos, la desigualdad y abusos de género, el sexismo, la larga lista de violencias machistas, sus derechos y que no está dispuesta a seguir viviendo así.