En la década de 1990, las protestas contra las medidas neoliberales en Latinoamericana fueron denominadas “protestas contra la austeridad”. Parecían haberse alejado de la escena global. Pero no, volvieron.
En la década de 1990, las protestas contra las medidas neoliberales en Latinoamericana fueron denominadas “protestas contra la austeridad”. Parecían haberse alejado de la escena global. Pero no, volvieron.
El 30 de noviembre, más de dos millones de trabajadores estatales se movilizaron en el Reino Unido. Los griegos no fueron menos, y el 1º de diciembre decretaron el séptimo paro general contra las medidas de ajuste. El 2 de diciembre las tres centrales sindicales de Bélgica realizaron un paro general contra las medidas económicas del nuevo gobierno. El lunes 12 de diciembre las tres centrales obreras italianas más grandes organizaron una huelga general contra el “Decreto Salva Italia” del nunca votado nuevo premier Mario Monti. El mismo día, en Portugal, la CGTP, principal confederación sindical, realizó un paro general contra el ajuste. El martes 13 no se quedó atrás, y también presenció huelgas generales contra las medidas de ajuste en Francia y Chipre.
La lista podría continuar y no es casualidad que el epicentro sea Europa. Estas manifestaciones tienen un denominador común en las medidas de ajuste, pero también lo tienen en quienes promueven estas medidas: los banqueros, los nuevos dictadores de occidente.
Se destaca exactamente lo mismo: son tecnócratas, apolíticos que provienen de un repollo galáctico con el sólo interés de ayudar a salir de la crisis actual. Es banquero el nuevo primer ministro de Italia, Mario Monti. También lo es el primer ministro consensuado en Grecia, Lucas Papademos. Las coincidencias no provienen sólo de la naturaleza de su profesión, sino de su origen laboral.
Desde hace ya unos años que uno de los principales bancos de inversión del mundo, Goldman Sachs, promueve el “acercamiento”, aunque el término adecuado sería el tristemente célebre de “relaciones carnales” acuñado durante el gobierno de Carlos Menen (1989-1999), mediante funcionarios que respondan a sus intereses. Repasemos la lista:
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El primer ministro italiano Mario Monti fue asesor internacional de Goldman Sachs;
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Peter Suntherland, el Fiscal General de Irlanda durante el rescate financiero, fue director no-ejecutivo de Goldman Sachs International
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Antonio Borges, hasta hace unas semanas encargado del Departamento Europa del FMI, fue vice-presidente de Goldman Sachs International;
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Otmar Issing, antiguo miembro del directorio del Banco Central Alemán y del Banco Central Europeo, es asesor internacional de Goldman Sachs;
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Karel van Miert, ex-Comisionado para la Competencia de la Unión Europea, también fue asesor internacional de Goldman Sachs;
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Petros Christodoufou, jefe de la Agencia Griega para el manejo de la Deuda, comenzó su carrera en Goldman Sachs;
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Lucas Papademos, actual primer ministro ‘tecnócrata’ de Grecia, fue presidente del Banco Central de Grecia en el momento en que un acuerdo controversial con Goldman Sachs permitió esconder el tamaño de la deuda griega;
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Mario Draghi, el flamante presidente del Banco Central Europeo, fue director general de Goldman Sachs.
¿Son demasiadas coincidencias? O quizás sea que Goldman Sachs se ha convertido en un excelente lugar para la formación de cuadros que luego pegarán el salto hacia funciones gubernamentales para garantizar que no haya giros “sospechosos” para resolver las crisis.
Las medidas propuestas por los gobiernos de Europa frente a la crisis tienen como común denominador a dos palabras: “disciplina” y “austeridad”. Ambas están íntimamente relacionadas. Sería complicado explicar una sin la otra. La disciplina se relaciona con las cuentas públicas, el manejo de los déficit como el gran problema que tiene los gobiernos europeos. La austeridad viene por el lado de los gasto sociales, que incluyen reducciones de salarios de empleados públicos, despidos masivos, quita de beneficios en los subsidios de desempleo, extensión de la edad jubilatoria y suba de impuestos regresivos, como el Impuesto al Valor Agregado (IVA). La receta se repite, sin errar, de un país a otro, con el amenazante ojo del Banco Central Europeo controlando qué se gasta, cómo y cuándo.
Los ajustes promovidos por los gobiernos tecnocráticos, en conjunto con el Banco Central Europeo, están generando impactos sociales masivos, de los cuales no debería sorprender un incremento y una profundización de las medidas de protesta. El mejor ejemplo es Grecia. De acuerdo a la investigadora Noelle Burgi, los salarios están cayendo entre un 35 y un 40 por ciento en algunos sectores, nuevos impuestos se están creando, con aumentos en las tasas a la propiedad, la electricidad. El gobierno ya estipuló que de ahora a 2015, unos 20,000 empleados públicos, mayores de 53 años serán “semi-jubilados”, con lo cual serán mandados a sus casas con el 60 por ciento de sus salarios básicos. El desempleo oficial es de 16,6 por ciento, mientras que en la juventud asciende al 40%. En fin, es una situación de verdadera tragedia, y no en referencia al género literario.
Las protestas que marcamos en el comienzo de este artículo sólo se van a incrementar a medida que los gobiernos decidan continuar con los programas de ajuste como única alternativa a la salida de la crisis. Los banqueros-en-jefe quizás no entiendan, debido a su natural “tecnocratismo” que las soluciones, incluidas aquellas de índole económicas, son políticas, y para eso tiene que animarse a escuchar las demandas populares y a promover mayor participación. La toma de decisiones actual está dejando a los pueblos europeos totalmente excluidos de la mesa de negociación, tanto a nivel nacional como regional. La falta de participación popular en decisiones claves está mostrando que estamos ante nuevos dictadores, más modernos, sin armas en la mano, pero con una propuesta unificada basada en una creencias religiosa: la ponderación del dios mercado.
(Bruno Dobrusin: 14.12.2011)