Se cumplen veinte años del proyecto científico revolucionario que declaró contundentemente que hay una sola raza: la raza humana. Un mensaje que es necesario repetir para quienes exhiben su racismo y desprecio, ya sea en Estados Unidos, Brasil, Europa, Chaco, Tucumán o la Villa 31.
Por Adolfo Aguirre*
Son tiempos irracionales en donde la ignorancia ocupa la tapa de los diarios o las placas estridentes en la TV o la agresión en las redes sociales. Presidentes de países potencia como Estados Unidos o Brasil muestran sin pudor todos los días su ideología extremista y violenta sin consecuencias. Donald Trump y Jair Bolsonaro pueden decir barbaridades, amenazar, insular y dejar a su pueblo a la deriva en plena crisis de coronavirus y no pasa nada. Es triste pero es así. NO muestran ni misericordia con los muertes.
Trump y Bolsonaro son dos ejemplos actuales de ese pensamiento arcaico. Ambos representan los delirios de los supremacistas blancos que se creen superiores al resto, que se creen con el derecho divino a matar, elegidos para odiar impunemente ¿En nombre de qué? De una falsa superioridad creada en torno a mentiras de los grupos colonizadores. Cuando Trump dice que los supremacistas son “buenos muchachos” o Bolsonaro dice que los nordestinos, como nuestro hermano Lula, “son burros”, están amplificando desde sus poderosas posiciones racismo, violencia, extremismo, desigualdad e ignorancia, mucha ignorancia.
Observamos este racismo en Estados Unidos con la población afroamericana y latina, en Brasil también con los negros y los pueblos indígenas; en Europa con los migrantes africanos o del mundo árabe, en Argentina con el pueblo qom o con un trabajador en Tucumán. Es un veneno que corroe al mundo entero.
“El Proyecto Genoma Humano (PGH) fue un proyecto internacional de investigación científica con el objetivo fundamental de determinar la secuencia de pares de bases químicas que componen el ADN e identificar y cartografiar todos los genes de un genoma humano promedio desde un punto de vista físico y funcional, incluyendo tanto los genes que codifican proteínas como los que no”, nos recuerda wikipedia.
Este evento revolucionario ocurrió en el año 2000 y nos enseña algo de mucho valor, que a la luz de la crispación en el mundo, es necesario volver a repetir: el genoma demuestra que el concepto de raza es falso. Solo hay una raza, la raza humana. Y nuestros colores son solo pigmentación. Por ejemplo, esta histórica investigación determinó que “los rasgos físicos externos corresponden a sólo el 0,01% de los genes“.
En una nota al respecto, que leí esta semana publicada en el diario El País de España hace 20 años cuenta uno de los científicos del PGH que «la raza es un concepto social, no científico. Todos evolucionamos en los últimos 100.000 años a partir del mismo grupo reducido de tribus que emigraron desde África y colonizaron el mundo».
Ese concepto se enlaza con una de las premisas del mundo sindical progresista que es el del “Derecho de Migrar, Derecho de No Migrar” que se opone firmemente con la avanzada de gobiernos de ultraderecha que atacan y persiguen a los inmigrantes. Esa visión racista que les niega el derecho a ser y el derecho a estar. Esa visión xenófoba que desprecia la vida. Por eso, decimos, derecho a migrar, derecho a trabajar. Por ejemplo, George Floyd, muerto a manos de un policía blanco en Minneapolis, había migrado desde Houston buscando mejores condiciones de vida para su familia.
Cada año crecen los contingentes migratorios, no solo por factores económicos, también por las guerras y la represión estatal o de grupos extremistas. Mientras las fronteras sean más relevantes que la dignidad humana solo contribuiremos a reforzar el estatus quo que hace de los migrantes víctimas de la xenofobia y el racismo.
El virus del odio es el que hace que importen más los rasgos externos que los rasgos de igualdad que ostenta nuestra biología y que tan claramente ha sido demostrado por el equipo de investigación científica internacional que es parte del Proyecto Genoma Humano.
Comparo estos dos conceptos de racismo y migración porque el Homo Sapiens, el primer humano, nació en África hace 200.000 años y comenzó a emigrar hacia los cuatro puntos cardinales del planeta. Cada uno de nuestros continentes ha sido poblado por mujeres y hombres que salieron desde África hacia América, Europa, Asia. Son nuestros antepasados. Están en nuestro ADN; Todas y todos descendemos de esa corriente migratoria y de esas mujeres y hombres. El racismo, entonces, es una carga de odio hacia nosotros mismos, hacia nuestros genes, una carga de oprobio hacia nuestra natural tendencia al movimiento y al cambio.
Una aspiración del mundo pospandemia de Covid19 debería ser la consagración de líderes que crean y difundan el conocimiento científico. Que divulguen que la única raza, es la raza humana.
*Secretario de Relaciones Internacionales de la CTA-Autónoma.