Resulta una extraña paradoja que los iraníes conozcan la historia de las relaciones anglo persas mejor que los británicos. ¿Cómo se atreven los iraníes a recordar todo esto?
Resulta una extraña paradoja que los iraníes conozcan la historia de las relaciones anglo persas mejor que los británicos. Cuando el recién instalado Ministerio de Asesoría Islámica preguntó a Harvey Morris, el corresponsal de Reuters en el Irán posrevolucionario sobre la historia de su agencia y el periodista solicitó a su oficina en Londres que le enviaran una biografía del barón Paul von Reuter, y se sorprendió al descubrir que el fundador de la mayor agencia noticiosa del mundo construyó, con enormes ganancias, las redes ferroviarias de Persia. «¿Cómo voy a mostrarle esto al ministerio?», gritaba. «¡Va a resultar que el barón era peor que el pinche sha!» De esto, el ministerio estaba perfectamente al tanto.
Gran Bretaña protagonizó un invasión a Irán con fuerzas soviéticas cuando el antecesor del sha se volvió un poquito cercano a los nazis en la Segunda Guerra Mundial y después ayudó a los estadunidenses a derrocar a Mohammed Mossadegh en 1953, luego de que el gobernante nacionalizó las propiedades petroleras británicas en el país.
Esto no es un mito, sino una muy real conspiración. La CIA la llamó Operación Ajax; los británicos , sabiamente, controlaron sus ambiciones al llamarla Operación Bota. El agente del MI6 en Teherán era el coronel Monty Woodhouse, quien previamente fungió como el jefe ejecutivo de operaciones especiales dentro de la Grecia ocupada por Alemania. Yo conocí bien a Monty; bueno, cooperamos cuando investigué la escabrosa carrera durante la guerra del secretario de la ONU, Kurt Waldheim, Woodhouse era un hombre implacable; llevó armas a Irán destinadas a un movimiento de «resistencia» que aún no existía y apoyó ardientemente el proyecto de la CIA para fundar a los «basaaris» de Teherán para protagonizar manifestaciones en las que cientos o miles murieron, en los esfuerzos por derrocar a Mossadegh.
Estos esfuerzos lograron su objetivo. Mossadegh fue arrestado por un oficial que en la revolución de 1979 sufrió una muerte truculenta, y el joven sha regresó triunfal a imponer su mandato con el apoyo de su fiel policía secreta, SAKAV, cuyo régimen de torturas a mujeres opositoras fue escrupulosamente filmado y, según el gran periodista egipcio, Mohamed Hassanein Heikal, circuló entre funcionarios de la CIA y fue a parar con aliados de Estados Unidos en todo el mundo como un «manual didáctico». ¿Cómo se atreven los iraníes a recordar todo esto?
El montón de documentos secretos estadunidenses encontrado después de que la embajada estadunidense fue saqueada tras la revolución constató a los iraníes no sólo los intentos de Washington de derrocar el nuevo orden impuesto por el ayatola Jomeini, sino la complicidad entre los servicios secretos estadunidenses y británicos.
El embajador de Gran Bretaña, casi hasta el final, permaneció convencido de que el sha, pese a sus profundos defectos, sobreviviría. Los gobiernos británicos subsecuentes han seguido manifestando su ira por la supuesta naturaleza terrorista del gobierno iraní. Tony Blair, incluso durante la investigación oficial sobre la guerra en Irak, encontró la oportunidad de insistir en la ncesidad de enfrentar la agresión de Irán.
En fin, los iraníes nos saquearon este martes y se llevaron, según dicen, una cartera de documentos de la embajada. Me muero por leer su contenido, y estoy seguro de que pronto éste será revelado.
(Robert Fisk: 30.11.2011. The Independent)