“Ahora es momento de organizar la resistencia”, dijo el diputado federal Paulo Pimenta luego del discurso de Fernando Haddad al cierre de la jornada electoral. La pregunta que sobrevolaba el búnker del Partido de los Trabajadores era, ¿y ahora? Antes, la presidente del PT Gleisi Hoffmann y la candidata a vicepresidenta Manuela Davila, compartieron una charla con representantes de organizaciones políticas, sociales y sindicales de toda la región, de la que participó la CTA Autónoma encabezada por Adolfo “Fito” Aguirre”.
Allí dieron indicios de lo que parece ser los primeros pasos de la construcción de una resistencia que no será para nada fácil por varios motivos.
El primero es interno y gira en torno a, como sucede cada vez que se pierde, el inicio de una etapa de reproches internos y autocrítica. En ese marco, el PT deberá procesar lo más rápido posible todas las demandas internas evitando que eso genere una guerra fratricida de un espacio que tiene que ampliarse para ser competitivo. Sin el motor del PT, es mas factible la dispersión y eso juega a favor de los intereses de los factores de poder.
Esto es clave si se tiene en cuenta que el PT y aliados tienen una buena representación parlamentaria, gobiernan al menos 5 Estados y una base electoral de 45 millones de votos, un techo para nada despreciable. Desde ahí es que, con el PT como columna vertebral, el Frente por la Democracia tiene que organizar la reacción y convertirse en una línea de intervención concreta para la etapa que se viene.
Organizar la resistencia es evitar que el gobierno de Jair Bolsonaro se lleve por delante los derechos laborales y las libertades individuales. “No teman por lo que viene, nosotros estaremos acá”, enfatizó Haddad en su discurso final dirigido a los 45 millones de ciudadanos con quienes se comprometió públicamente a defender de lo que será un “avance contra los derechos de las mayorías”.
En segundo lugar, vale decir que la retórica violenta del presidente electo incluyó la promesa de prisión contra Fernando Haddad y la idea de “limpiar el país de los colorados” que fue reforzado por el propio Bolsonaro en su mensaje post victoria en el que sostuvo que “el país no podía seguir el camino del socialismo, el comunismo y el populismo”. De esta manera, Brasil se prepara para protagonizar una grieta entre quienes se posicionen en defensa de los derechos de las mayorías y los que en nombre de la profundización de reformas económicas pretenden avasallar un Estado de Derecho golpeado. Sin lugar a dudas, las movilizaciones que tuvieron lugar durante todo este tiempo a través del Movimiento de Mujeres, la comunidad LGBT, movimientos campesinos y organizaciones sindicales se intesificarán. ¿Será entonces la movilización popular un factor determinante para el futuro inmediato del país más importante de América Latina? Dependerá del grado de organicidad del mismo.
Por su parte, los sectores populares deberán tomar dimensión de las condiciones que el nuevo poder del Estado ejercerá sobre la organización popular a la que considera terrorista. “Cárcel o exilio” gráfica el grado de radicalidad con el que Bolsonaro se dispone a garantizar el orden que sus votantes les reclaman pero por sobre todas las cosas será la forma para asfixiar todo intento de reacción a las políticas de estado. El PT tiene a Lula, su principal líder, preso desde abril de este año, razón por la cuál nada de lo que venga debería sorprendernos.
Del lado de los vencedores, el bloque de poder es claro. Las Fuerzas Armadas tendrán un rol estratégico en el diseño de las políticas públicas, seguramente con elementos de continuidad con el gobierno de Michel Temer, tanto en nombres como en algunas de las reformas iniciadas por el ex vicepresidente de Dilma como la reforma previsional que Bolsonaro se encargó de prometer impulsar durante su mandato. No obstante, como lo analizamos anteriormente, este bloque no estará exento de tensiones en tanto y en cuanto el presidente electo adopte su rumbo económico. El bloque militar no parece coincidir del todo con el modelo neoliberal financiero de Pablo Guedes, hoy, dique de contención de los mercados. A su vez, la Iglesia Universal del Reino de Dios será una pieza fuerte en el armado bolsonarista. El apoyo de la estructura creada por Edir Macedo pedirá a cambio todo lo necesario para fortalecer su poder territorial, aumentar su capacidad económica y obtener licencias de medios audiovisuales para competir de igual a igual con medio tradicionales como O Globo. ¿Podrá el frente por la democracia interpelar a la base popular evangelista que se inclinó por Bolsonaro?
La victoria de Bolsonaro expresa el nacimiento de un autoritarismo que lograr ganar terreno cuando un sistema colapsa y un partido popular se burocratiza. La enseñanza de este duro proceso consiste en comprender que la construcción de una base de sustento popular es fundamental para que las transformaciones no estén atadas a alianzas tácticas. Organizar la resistencia es volver a dialogar con el pueblo que supo confiar en los gobiernos del PT y generar los recipientes de incorporación de la sociedad civil bajo un horizonte estratégico. Los planes futuros deberán tener este Norte como una obligación para lo que viene por delante.
*Por Augusto Taglioni, Periodista especializado en Política Internacional y Director de Resumen del Sur