Desde su creación, la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur) fue apoyada por los gobiernos y pueblos de la región, apoyada en el sueño de Patria Grande de los libertadores.
Desde su creación, la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur) fue apoyada por los gobiernos y pueblos de la región. La integración entre los diferentes de América del Sur para crear una identidad política común fue presentada como una extensión del anhelo histórico de la Patria Grande promovido por los líderes de las revoluciones independentistas a comienzos del siglo XIX.
La consolidación de la integración regional se manifestó de forma más contundente en la resolución de conflictos como lo fueron los intentos golpistas en Bolivia en 2008, el quiebre de relaciones entre Venezuela y Colombia en 2010, y el golpe contra Rafael Correa en Ecuador al año pasado. Estos fueron algunos de los episodios más relevantes donde los países de la región, mediante la Unasur, lograron consensuar una acción conjunta para evitar la repetición de estos escenarios, sobre todo teniendo en cuenta que el quiebre constitucional contra el presidente constitucional Manuel Zelaya en Honduras, marcó un peligroso precedente.
Esta encuentro de naciones del sur se proclamó claramente en defensa de los gobiernos democráticamente elegidos, y en favor de las soluciones pacíficas a los conflictos entre países de la región. A nivel político, cabe destacar que la integración va por un camino ascendente, quizás impensado hace una década atrás.
Sin embargo, el contexto de crisis económica mundial actual puso sobre la mesa una discusión más compleja pero fundamental para lograr superar la coyuntura: la integración económica y productiva de los países. Es aquí donde comienzan a surgir diferencias fuertes y desacuerdos en los lineamientos a implementar para la región. La última reunión del Consejo de Economía y Finanzas de la Unasur, llevada a cabo en Buenos el pasado viernes 25 de noviembre, fue una clara expresión del impasse que transita la región para acordar medidas comunes frente a la crisis. La reunión no sacó conclusiones concretas sobre los pasos a seguir ni se avanzó en un lineamiento en particular. Subsisten divergencias claves entre los países agrupados en el ALBA (liderados por Venezuela) que buscan utilizar esta crisis para rearmar los ejes de la integración y orientarlo hacia procesos que rompan con el status quo reinante; y los países que están anclados por los tratados de libre comercio con Estados Unidos, caso Perú, Colombia y Chile, que manifiestan su interés por medidas comunes pero no trasladan la retórica a la práctica. Por último quedan situados como mediadores Brasil y Argentina, que hacen equilibrio entre las dos posiciones y pujan también por implementar las propias.
En este contexto no sorprende que el único proyecto en vías de implementarse sea la Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Sudamericana (IIRSA), que nació en plena época neoliberal en la región, a fines de agosto de 2000, con el propósito de coordinar entre todos los países firmantes de la Unasur la inversión en infraestructura en la región, con énfasis en las telecomunicaciones, transporte y energía. Tiene en total 10 ejes de integración y desarrollo, que conectan a las diez áreas estratégicas en donde se producirían las inversiones. En la actualidad hay unos 500 proyectos en carpeta, con una inversión aproximada de 100.000 millones de dólares los cuales provendrían del BID, la CAF, FONPLATA, y el Banco Nacional de Desarrollo brasileño (BNDES).
Más allá de las declaraciones en favor del incremento de la integración productiva, el real objetivo de IIRSA es potenciar el mercado de materias primas y alimentos, y conectar la producción de estos con los grandes centros comerciales del mundo. De esta manera, todas las riquezas naturales del continente quedan a disposición de los mercados. No por nada está fomentada la participación privada y es originariamente una propuesta del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), uno de los principales impulsores de acuerdos de libre comercio como el ALCA.
Desde su lanzamiento en Brasilia, la IIRSA avanzó silenciosamente en la concreción de inversiones en infraestructura. Este silencio general se debe a que los impactos ambientales de estos proyectos son significativos, por lo que las poblaciones afectadas no aprueban las iniciativas. El caso más ruidoso de los últimos tiempos es el proyecto de la carretera que atravesaba al parque natural TIPNIS en Bolivia, el cual se vio frustrado por la movilización de los pueblos afectados que llevaron al gobierno de Evo Morales a cancelar el proyecto. Esta muestra de resistencia se reproduce en diferentes proyectos, y es la razón por la cual los gobiernos tratan el tema con mucho sigilo.
El artículo del periodista Martin Granovsky (publicada en Página/12 el domingo 27 de noviembre) reproduce un documento de la Secretaria General de la Unasur, que muestra que los lineamientos más relevantes en materia de integración van a ir por el lado de la IIRSA.
La pregunta es: ¿Por qué los países de la región toman un proyecto de corte liberal y extractivista que no va a cambiar la matriz productiva sino reforzar la actual? Las respuestas son varias. Por un lado está la cuestión de origen. La IIRSA, si bien en sus orígenes estaba integrado al proyecto del ALCA, tiene la particularidad, como resalta el periodista uruguayo Raúl Zibechi, de ser “un tipo de integración nacida en el Sur, gestionada en gran medida por las elites del Sur, pero que beneficia a los sectores mejor insertos en el mercado internacional”.
Estos sectores no han perdido influencia en los gobiernos de la región más allá de los cambios hacia partidos progresistas, en cuyo discurso de emancipación regional un proyecto así cae como anillo al dedo. El segundo elemento es el rol de Brasil. El proyecto brasileño de liderar la región se basa en el poder económico que ostenta y en la ambición de ocupar mayores espacios en el esquema internacional, para lo cual necesita ampliar su base hacia toda la región. El BNDES ya se ha ofrecido como el principal ente financiero de los proyectos de infraestructura, dando privilegio a la contratación de mega empresas brasileñas, como la constructora Odebrecht que ya lidera los emprendimientos más relevantes.
En su rol como mediador entre posturas de libre comercio y las de mayor proteccionismo, Brasil logró impulsar su propia agenda que beneficia principalmente las producciones de materias primas y la extracción de hidrocarburos. No es casualidad que de los diez ejes estratégicos, cinco están basados en el Amazonas.
El tercer y último elemento es que en el contexto de crisis, los gobiernos regionales han elegido resguardarse y no arriesgar movidas importantes. Es decir, en lugar de usar la crisis internacional como una oportunidad, la tendencia parece ser hacia conservar lo poco que se tiene de la forma en la que se lo tiene, es decir mantener el modelo productivo actual.
Los caminos de integración regional encarados por la Unasur son una novedad bienvenida para la región. La próxima cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC), que se realizó en Caracas el 1º y 2 de diciembre, buscará expandir esa autonomía generada por la Unasur e incorporar a todos los países latinoamericanos.
Es fundamental para la región crear bloques independientes de las políticas dominantes de Estados Unidos, que promuevan mayor autonomía, más democracia y que cambien el eje de la discusión. Sin embargo, si los proyectos de integración se limitan sólo a la voluntad política y a una sucesión de cumbres que no logren avanzar en proyectos concretos, entonces algo estará faltando. La emancipación también tiene que darse en el plano productivo y económico. No es un camino fácil, sin lugar a dudas, pero reflotar iniciativas como la IIRSA no son lo más auspicioso para este proceso de mayor autonomía. La crisis económica mundial, y la situación de relativa entereza en la que se encuentra América Latina, es una situación única para replantear alternativas reales a las ya existentes y no reproducir viejos esquemas.
(Bruno Dobrusin: 05.12.2011)