Bajo un cielo celeste y blanco, las Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, acompañadas por la CTA-A y otras organizaciones sociales, políticas y de Derechos Humanos, celebraron 40 años de lucha inclaudicable por Memoria, Verdad y Justicia. Y lo hicieron en la histórica Plaza de Mayo, frente al Monumento a Belgrano. Además reclamaron que se abran los archivos de la última dictadura.
Frente a la Casa Rosada y como hace 40 años, las Madres, con sus pañuelos blancos caminaron acompañadas por la CTA Autónoma y otras organizaciones de derechos humanos, familiares y ex detenidos desaparecidos, sociales, políticas como lo hicieron en plena dictadura militar cuando reclamaban la aparición de sus hijos e hijas desaparecidas.
Durante toda la tarde, las Madres y los familiares de las víctimas del genocidio contaron cómo fue y sigue siendo la lucha en estas cuatro décadas incansables de Memoria, Verdad y Justicia. La idea fue juntar historias en primera persona para armar un «gran relato colectivo». Hubo música, baile y relatos de llenos de coraje y lucha en una tarde de muchas emociones.
En la histórica jornada, Elia Espen manifestó el profundo dolor por las Madres que quedaron en el camino en estos 40 años «sin siquiera saber nada de sus hijos». Por eso reclamó una vez más «la apertura de archivos de la última dictadura» y pidió a la militancia: «ustedes tienen que pedir e insistir que se abran los archivos para que se sepa la verdad, y así poder vivir en un país libre, donde poder caminar sin tener miedo».
Mirta Baravalle describió su emoción y felicidad de estar en la Plaza este día, recordando aquél 30 de abril de 1977 con «la presencia de aquellas Madres que ya no están». Agradeció la compañía y el cariño de todos y todas: «los siento a ustedes, como siento la presencia de nuestros hijos».
Norita Cortiñas, por su parte, desmintió a quienes decían en plena dictadura que las Madres estaban solas: «Eso es mentira, desde que nos reunimos por primera vez el 8 de diciembre de 1977, en el local de al lado se fundaba ANUSATE, la agrupación que iba a recuperar ATE. En ese momento teníamos ya ese entorno que crecía en medio del terrorismo de Estado y aquí seguimos todos juntos», recordó.
Además Nora contó numerosas historias de las Madres en estos 40 años de lucha, de compañía, de sororidad en esa búsqueda desesperada que primero fue por aparición con vida y luego por memoria, verdad y justicia: «Y cuando pedimos que se abran los archivos es porque queremos saber qué pasó con cada hijo, cada nieto, porque esa impunidad es otra injusticia que sufrimos».
El abrazo de la CTA Autónoma
Ricardo Peidro, Secretario General Adjunto de la Central, manifestó que tanto para la CTA-A como para todo el pueblo las Madres significan la resistencia: «Son el esfuerzo y la entrega en los momentos más difíciles». «Estar con Norita, con Elia, con Mirta, el recuerdo de Pepa Noia,es un orgullo. Son las que bajo cualquier circunstancia siguieron resistiendo y reclamando». Además destacó: «Para la CTA-A, nuestras Madres son un ejemplo y un faro de lucha».
Por su parte, Hugo «Cahorro» Godoy, Secretario General de ATE Nacional, destacó el andar de las madres, la organización de los trabajadores en los lugares de trabajo, las luchas de las diversas maneras que a lo largo de la dictadura fueron socavando ese poder que «tuvo que ceder ante la capacidad de resistencia popular».
«Las Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora son, a lo largo de estos 33 años de democracia, un símbolo de coherencia, de incorruptibilidad, de poder sostener el sentido profundo de la lucha de sus hijos, de esa democracia plena por la que luchaban: para eso se requiere justicia plena, terminar con la pobreza y derechos de plena libertad tanto individuales como colectivas».
Historia de amor y lucha
Del grupo de 14 mujeres que marchó por primera vez alrededor de la Pirámide de Mayo, frente a la Casa Rosada el 30 de abril de 1977, sólo dos viven: Mirta Acuña de Baravalle, quien tiene a su hija Ana María desaparecida y todavía no pudo abrazar a su nieto nacido en cautiverio y Haydeé Gastelu de García Buela, madre de Horacio, cuyos restos fueron identificados por el Equipo Argentino de Antropología Forense en 2001.
Animadas por Azucena Villaflor de De Vincenti, las mujeres decidieron acompañarse a pesar del dolor y llegar hasta el corazón de la Casa de Gobierno para preguntarle a los responsables de la dictadura dónde estaban sus hijos. La búsqueda incluyó ministerios, comisarías, iglesias y juzgados.
Cuando todo estaba prohibido para la sociedad civil, Azucena, Berta Braverman, Haydée García Buela, María Adela Gard de Antokoletz, Julia Gard, María Mercedes Gard y Cándida Gard, Delicia de Miranda, Pepa García de Noia, Mirta de Baravalle, Kety Neuhaus, Raquel Arcushin, Elida de Caimi, una joven que no dio su nombre, María Ponce de Bianco y Rosa Contreras, se encontraron aquel sábado sin saber que serían protagonistas de un fenómeno inédito de lucha que llegó a todos los rincones del mundo.
Y también ellas fueron perseguidas y hasta desaparecidas: Bianco y Esther Ballestrino de Careaga, fueron secuestradas de la iglesia de la Santa Cruz el 8 de diciembre de 1977 por un grupo de tareas de la Armada integrado por el represor Alfredo Astíz que se infiltró entre las Madres. Dos días después, al conmemorarse el Día Internacional de los Derechos Humanos, De Vincenti fue secuestrada a pasos de su casa en la localidad de Avellaneda, cuando las Madres habían logrado que el diario La Nación publicara una solicitada con el nombre de sus hijos secuestrados.
A 40 años de aquella primera ronda y habiendo atravesado bastones, persecución, desprecio, secuestros y desapariciones, aún hoy cada uno de los 2.037 jueves que llevan marchando, con sus pañuelos blancos siguen diciendo presente: «Aunque llueve, truene, nieve o granice», dijo Nora.