“Pepe” Mujica estuvo por aquí. Vino a darle un saludito a la paz de Colombia
Por Ricardo Aricapa
José “Pepe” Mujica, ex presidente de Uruguay, dedicado ahora en su retiro a cantarle al mundo sus verdades, pisó suelo antioqueño desde la tarde del miércoles 14 de septiembre, veinticuatro horas antes del compromiso que le esperaba, y para el cual viajó desde su natal Montevideo: ser el orador central de la Jornada Internacional por el «Sí» en el plebiscito, convocada en Plaza Mayor de Medellín por las centrales sindicales colombianas y el movimiento sindical internacional.
A su llegada al aeropuerto José María Córdoba, “Pepe” Mujica fue recibido por un séquito en el que se encontraban los presidentes de las centrales sindicales –sus anfitriones– y la señora Ministra de Trabajo, Clara López, quien quiso también sumarse, a nombre del Gobierno, a la bienvenida a tan ilustre visitante, a quien todos le manifestaron agradecimientos por su relevante gesto de respaldo al proceso de paz y al “Sí” en el próximo plebiscito.
“Pepe” Mujica. A su derecha Víctor Báez, de la CSA.
Ya para ese momento su presencia en la ciudad había generado mucha expectativa. Las redes sociales trinaron todo el día el nombre de Mujica y el evento en Plaza Mayor, y por un momento fue tendencia nacional. Nada de extrañar tratándose de un acto de promoción de la paz presidido precisamente por un hombre que personifica la paz, y que de a poco se ha ido convirtiendo en un símbolo mundial del pacifismo, como en su momento lo fueron Mandela, la Madre Teresa de Calcuta, Martín Luther King, figuras de esa talla.
Fue su segunda visita a Medellín en menos de un año. A finales del 2015 estuvo como expositor central de la Conferencia Latinoamericana y Caribeña de la Clacso, que tuvo como sede a Medellín, también en Plaza Mayor, con lleno apoteósico. Esa vez fue menos la gente que alcanzó a entrar al recinto, que la que se quedó por fuera resignada a verlo en una pantalla gigante. Por eso se esperaba que en esta ocasión ocurriera lo mismo.
Se realizó en Medellín, y no en Bogotá –que era lo lógico por ser esta la capital de la república– por una razón fortuita y absolutamente ineludible: Mujica no soporta el frío y la altura de Bogotá, su médico no se lo permite. Es que no estamos hablando de una figura del rock star, sino de un venerable abuelo. Mujica tiene 81 años, y un cuerpo que ha sufrido el desgaste de la dura vida que le tocó llevar, y que muy pocos presidentes de un país pueden contar. Para empezar, los seis balazos que le metió la policía cuando el comando guerrillero al que él pertenecía preparaba un asalto bancario; y los quince años que, sumandos, pasó en la cárcel.
Y hasta mejor fue hacerlo en Medellín, concluyeron los organizadores del evento, por el reto que implicaba. Todo un desafío a nivel simbólico, dado que la capital de Antioquia es la capital del “No” en el plebiscito, por la gran ascendencia que aquí tiene el ex presidente y hoy senador Álvaro Uribe Vélez, el comandante del “No”. Un buen escenario pues para medir los alientos del “Sí”.
Primer acto. Encuentro con los sindicalistas
Para la mañana del jueves las centrales sindicales organizaron una reunión privada con Mujica, a la cual asistieron dirigentes de los sindicatos más importantes, y los delegados del sindicalismo internacional que vinieron a respaldar el “Sí” en el plebiscito.
“Pepe” Mujica con los representantes de los trabajadores.
Unos cien sindicalistas asistieron a la reunión, exactamente el número que cupo en el auditorio del piso once del centro comercial San Diego, donde se realizó; casi de manera clandestina, para evitar que la noticia se colara a la prensa y colapsara el reciento. No valió, se alcanzaron a colar varios periodistas y dos cámaras de televisión.
Al lado de Mujica, en la mesa principal, se sentaron Jaap Wienen, Secretario General adjunto de la Confederación Sindical Internacional, organización que representa a 180 millones de trabajadores en los cinco continentes; Víctor Báez, Secretario General de la Confederación Sindical de las Américas, y los presidentes de las centrales colombianas; Luis Alejandro Pedraza, Julio Roberto Gómez y Miguel Morantes. Y en primera fila del auditorio se sentaron los delegados de las confederaciones internacionales UGT, USO y Comisiones Obreras, de España; CUT y UGT de Brasil; CTA Auténtica de Argentina, CNT de Uruguay, CGT de Francia y CCC de Bélgica.
Y allí, con esa lenta cadencia uruguaya con la que Mujica siempre habla, y con ese tono enfático que pone en cada una de las frases que salen de su boca, que se ve pequeña en medio de su cara grande, dijo, como siempre, cosas inteligentes y sabias, y hasta divertidas por momentos.
Dijo, después de referirse brevemente a su vida guerrillera en la década de los años 60, que él no fue presidente de Uruguay por haber sido tupamaro, sino a pesar de serlo. La gente no lo votó por su pasado, lo votó porque él se rompió el alma y gastó años recorriendo el país tratando de entender los problemas sociales. “Porque los pueblos eligen a quien creen que les conviene para el mañana, votan por lo que sueñan, no por el ayer”, aseguró.
“La paz no es un fenómeno hacia atrás, no es del ayer. Los hombres tenemos la tendencia de mirar para atrás, aunque la naturaleza nos colocó los ojos adelante, para mirar al frente no atrás”, agregó, refiriéndose concretamente al proceso de paz que se cocina en Colombia, el mismo que el próximo 2 de octubre tendrá su meta de largada con el plebiscito, cuando el país empezará a correr la etapa más importante en muchos años: la etapa de la paz, con premio de llegada fuera de categoría, para decirlo en términos ciclísticos, hoy tan de moda.
Hoy lo que tienen que hacer los colombianos, siguió diciendo Mujica, es pasar la página, dejar atrás el miedo, y que sea el pueblo el que decida lo que quiere en el futuro:
“En Colombia está presente el miedo, que es hijo de la historia. Hay miedo por un lado y miedo por el otro. Hay gente con miedo porque está pensado hacia atrás. Creen que las Farc se van a tomar el poder pasado mañana, que va a florecer el narcotráfico y será el apocalipsis. Es lo mismo que decían de nosotros por haber sido guerrilleros, como si el pueblo colombiano fuera una manga de corderos que cualquiera lleva del hocico. Eso es despreciar al pueblo”, enfatizó.
Y una pregunta que al final le hicieron desde el auditorio, referida a cómo hay que considerar a los pregoneros del “No”, Mujica aconsejó tolerancia. Tolerancia de los del “Sí” hacia los del “No”, y viceversa. Porque no es apostrofando como se convence al otro, a nadie se convence despreciándolo. A quienes están equivocados hay que entenderlos, porque la paz es una construcción colectiva, y a los del “No” también los vamos a necesitar mañana para construir la paz.
Y como para acentuar esta opinión, se echó un cuento, o mejor una parábola –por momentos Mujica habla en parábolas, como Jesucristo– que bien pinta lo que piensa acerca del trato entre contrario. Este fue el cuento que se echó:
Cuando los españoles y portugueses llegaron a las pampas del sur de América, trajeron el caballo, y con éste el método para amansarlo, a palo, a la fuerza. Cuando esos caballos quedaron sueltos y se empezaron a reproducir en los pastizales de la pampa, los indígenas, que no conocían el caballo, tuvieron que inventarse la manera de amansarlos. ¿Y qué hicieron? Cogieron el pasto que más les gustaba, lo juntaron y se lo dieron a los caballos en sombra, para que comieran cómodos, y mientras lo hacían los acariciaban y los acariciaban hasta que así los domaban. Pero más importante que eso: los hacían sus amigos, de modo que cuando el indígena caía herido en batalla, el caballo se quedaba ahí a su lado, acompañándolo, como se acompaña a un amigo. Eso dijo.
Segundo acto. Cita en Plaza Mayor
En el Pabellón Blanco de Plaza Mayor se dispusieron 4 mil sillas, de esas blancas de plástico, que se ocuparon casi en su totalidad antes de las 5 de la tarde, hora en que empezó el evento. Sólo que esta vez no hubo necesidad de poner la pantalla gigante afuera. Todos cupieron adentro, sentados. Gente de todas las edades, de todas las condiciones y todas las razas que habitan la ciudad; gente joven en su gran mayoría, estudiantes de universidades y bachillerato; muchachos de morral al hombro y niñas en uniforme de colegio.
Prueba de que la mayoría era gente joven, fue la gran ovación que recibió Mujica cuando hizo su ingreso al Pabellón Blanco. Solo los jóvenes aclaman de esa manera tan copiosa y desabrochada, con bríos sinceros. Y lo seguirán aclamando con ráfagas de aplausos a lo largo de los 51 minutos que duró su discurso, a razón de ráfagas cada 3 minutos, en promedio. Selfie con “Pepe” Mujica en Plaza Mayor.
Lo cual no es de extrañar, habida cuenta que Mujica para los jóvenes viene siendo una especie de profeta contemporáneo, un hombre que, a sus 81 años, por alguna extraña razón tiene el poder de conectarse con ellos, decirles cosas que entienden y aceptan. El lenguaje de la paz y el amor, lo llama él.
Es más, los que menos había en el recinto eran trabajadores miembros de los sindicatos, que fueron los convocantes. Los que asistieron se perdieron en ese mar de cabecitas que se extendió a lo largo y ancho del Pabellón Blanco. En muchos años no se registraba un evento sindical con tan masiva asistencia de personas no sindicalistas. Otro “milagro” que habrá que anotarle a Mujica a su paso por Medellín.
En este punto hay que decir que no ocurrió un impase que se temía: que el ex presidente Álvaro Uribe, megáfono en mano, apareciera en Plaza Mayor al frente de un grupo de ciudadanos promotores de la campaña por el “No” en el plebiscito. Y se temía porque en las redes sociales estuvo circulando un trino supuestamente de Uribe, en el que anunciaba ese propósito.
Nunca se supo si fue un trino legítimo o no (a estas alturas de la campaña plebiscitaria todo, o nada, se puede creer), pero lo cierto fue que Uribe no apareció en Plaza Mayor. Sencillamente porque no estaba en Medellín, estaba en Armenia, desde donde volvió a trinar en la tarde, esta vez para descalificar por guerrillero a “Pepe” Mujica y rechazar su presencia en Medellín, acusándolo de estar haciéndole un mandado al presidente Santos.
Quienes sí atendieron el llamado de su líder y aparecieron en Plaza Mayor, fue un grupo pequeño de personas, unas 4 o 5, que con un megáfono estuvieron un rato pregonando sus consignas por el “No”, no sin cierta dosis de osadía y valentía, hay que reconocerlo, pues era claro que estaban en un lugar absolutamente equivocado. Como nadie les paró bolas, finalmente se aburrieron y se fueron. Digamos que pusieron un toque de impertinencia que alcanzó a agitar un tris el ambiente de la tarde, que valga decirlo, estuvo preciosa, perfecta para la segunda cita de Mujica con los medellinenses.
En efecto, el aire estaba limpio y el sol brillaba arriba entre nubes de invierno. Un cielo hermoso, el mismo que en horas de la madrugada nos había entregado un espectáculo maravilloso: un arco iris como hacía muchísimo tiempo no se veía en la ciudad. No faltará quien diga que ese fue el saludo del cielo a la presencia de “Pepe” Mujica en Medellín. No faltará.
ANEXO
El siguiente es un extracto de las frases, sentencias, parábolas y pensamientos que dejó “Pepe” Mujica a su paso por Medellín:
Sobre la guerra:
La antropología nos dice que hay dos constantes del hombre a lo largo de su historia. Por todas partes y en toda época la criatura humana inventó algo en qué creer. Es una necesidad interior. Somos naturalmente utopistas porque no existe utopía superior a las religiones que inventa el hombre. Y ¡ojo!, que no desprecio a las religiones.
La segunda constante es que el hombre es un animalito belicoso, muy belicoso. Ha habido muchas más guerras que civilizaciones. Y eso se puede explicar porque la guerra es la madre de todas las cosas. Por ella el hombre primitivo inventó la herradura para el caballo, la pólvora, la cuerda tensada, la aplicación de las leyes de la física, etc. Pero en el mundo actual tenemos la posibilidad técnica de acabar con la vida arriba del planeta, y eso no es hipótesis ni novela. El 5% del arsenal atómico que hay en los silos alcanza para terminar con la vida.
Una cosa es acostumbrarse a convivir con la guerra, como quien se acostumbra a convivir con una enfermedad crónica, y otra muy distinta es sacarse el fantasma de la guerra y concentrar las fuerzas en el mejoramiento de las condiciones de la sociedad. Porque la guerra debe ser es contra la pobreza, contra el hambre, contra la falta de enseñanza…
La guerra no tiene justificación, no puede ser un proyecto colectivo de sociedad. Eso pudo haber sido para las colectividades primitivas, pero no hoy, cuando el hombre tiene los conocimientos y recursos para acabar con el hambre.
La guerra no solo es un atentado contra la vida, es también la mayor fuente de despilfarro de recursos. Dos millones de dólares por minuto, no me canso de repetir esta cifra, es el presupuesto militar del mundo, recursos suficientes para cubrir casi todas las necesidades básicas de los hombres arriba de la tierra.
Yo pertenezco a generaciones que soñaron con cambiar el mundo, y por eso yo vengo de la guerra. Conozco la soledad de los calabozos, estoy vivo por milagro, mi cuerpo es un mapa de torturas.
Sobre la paz
¿Que hay incertidumbre, que hay riesgo en la búsqueda de la paz? Claro que sí, cómo no lo va a haber. No se puede separar el problema de la lucha por la paz de los otros problemas. La paz no se arregla firmando unos papeles, hay que construirla, requiere un espíritu de concordia. La paz lo único que precisa es aprende a respetar al otro en la diferencia, el que cada cual vaya por su vereda, y así poder convivir.
Hay que ser generosos, hay que abrir el pecho, hay que descargar el odio, hay que descargar el sentimiento de venganza, debe primar en nuestra conducta la solidaridad, el amor a la vida, el amor a la especie, a la alegría de vivir, hay que aprender de los pájaros, que en cada amanecer le cantan a la vida y salen a luchar por la comida.
Lo principal es el espíritu de compromiso, hay que juntar esperanzas, pero no esperar a tener las soluciones perfectas. Hay que construir con lo que se tenga. Aristóteles daba clases debajo de un árbol, y sacó a Alejandro Magno.
Lograr la paz en esta coyuntura, es abrirle puertas a la construcción de una esperanza colectiva, que le dé sentido a la vida. Firmar la paz es apenas ganarse el derecho a construirla. La paz no va a resolver el problema de la pobreza. Va a haber dolor, va a haber deuda social, pero para enfrentar todo eso, tiene que haber paz. Es por el camino de la paz que habrá condiciones para una Colombia más justa. El motor de arranque de esa nueva Colombia es la paz.
El tema de la reforma agraria debe ser discutido en Colombia porque acá el problema de la tierra es central, sustantivo, no es cualquier cosa. Es el motor de la industrialización del país, el plus de potencialidad agrícola. Si se va a combatir la droga, hay que tener un campesino que pueda vivir sin necesidad de cultivar plantas de coca. El cultivo de ésta ha sido el refugio de la pobreza. ¿Qué va a sembrar maíz si apenas le da la décima parte de lo que da la planta de droga? Es un fenómeno económico que hay que combatir en la base. El campesino dejará de cultivar coca cuando tengo la alternativa de vivir decentemente con otros trabajos.
La causa de la paz solo puede equipararse a la causa del amor. Son las dos cosas fundamentales arriba de la tierra.
Sobre los del “Sí” y los del “No”
La naturaleza nos hace semejantes pero distintos, siempre habrá diferencias. Hay que aprender a caminar con diferencias, y no pretender atrapar al que discrepa. No sembrar venganza con quien piensa diferente. Como seres humanos somos gregarios y necesitamos la sociedad. Inevitablemente va a haber conflictos, pero los conflictos se negocian, se dialogan, ese es el papel superior de la política.
Los que pregonan el “No” son también nuestros hermanos, son colombianos, parte de esta nación, nacieron aquí y aquí tendrán que construir, con ellos hay que entenderse mañana y pasado mañana.
Sobre el valor de la vida
Nunca lo olviden: no hay fortuna mayor que el milagro de estar vivos. La vida es para cada uno de nosotros la riqueza mayor, es un milagro. Por eso no podemos comulgar con la idea de que esto es un valle de lágrimas que nos conducirá al paraíso. Acá en la tierra está el paraíso y está el infierno, depende de nosotros. No podemos padecer la historia, tenemos que empezar a ser gestores de nuestra propia historia.
Quien ame la vida tiene que luchar por el progreso de la humanidad. El progreso no está en los cartuchos de balas ni en los fusiles, está en el patio de las universidades, en la distribución de la riqueza, en la libertad, en el derecho a la diferencia y en aprender a respetarnos esa diferencia, y sobre todo en tener un margen de tiempo importante para hacer con cada una de nuestras vidas lo que se nos ocurra, sin joder a nadie.
Palabras a los jóvenes
Lo importante en la vida no es no perder, sino volver a empezar. La vida siempre es volver a empezar, tener la frescura de vivirla al tope, y aceptar que hay fracasos, pero que no son el final, no son el fin del mundo mientras estemos vivos.
Me propuse vivir ligero de equipaje, sin muchas cosas materiales para poder tener tiempo libre, para hacer lo que me gusta. Soy consciente que soy un viejo raro, porque en un mundo consumista vivo con mucha sobriedad. En la soledad del calabozo aprendí que para ser feliz son pocas las cosas que se precisan, y que felicidad está aquí, en la cabeza, y no en el bolsillo. Aprendí que cuando tú compras algo, lo compras con dinero que has ganado con tiempo de tu vida. Quiere decir que no compras con plata sino con el tiempo de tu vida.
Y aprendí, que la libertad no es una palabra extraña. La libertad es ese tiempo de tu vida que tienes libre para hacer las cosas que tu elijes y te gustan. Necesitas tiempo para ser libre y vivir, para las cosas más sagradas de la vida: la familia, los hijos, el amor, un millón de amigos. Cuando no tengas eso, no tendrás nada, así tengas toda la plata en el bolsillo. No te dejes robar la libertad, asegúrate tener tiempo para vivir. Al hoyo vas a llegar igual, no te apures.
A los jóvenes les quiero transmitir que la vida es hermosa, y es doblemente hermosa si existe una causa. Les quiero decir que sepan perder, pero perder con dignidad, y puedan volver a empezar una y otra vez. Muchachos, un día serán viejos, y cuando lo sean, en algún momento se tendrán que mirar al espejo y hacer un balance sobre qué ha sido de sus vidas.
Publicado 17 de septiembre de 2016.