La Cámara de Diputados de Brasil se convirtió en el escenario poco feliz de lo que parecía un programa de televisión que tuvo como fin nada más y nada menos que el inicio de un golpe de Estado contra una presidente democráticamente electa.
Los diputados se sucedieron uno a uno, ordenados por región, para exponer su voto por el sí al impeachment o su voto en contra. Pocos segundos tenían para justificar el mismo ante una sociedad para la cual se definía el futuro de la democracia. Parecía el minuto a minuto de un programa de televisión en vivo, los diputados se dirigían explícitamente a los «espectadores», ya no se hablaba del pueblo sino del mandato de las “redes sociales”. Votaron el impeachment en nombre de sus madres, de sus hijos, sus tías. Votaron el impeachment en nombre del cumpleaños de un nieto. Votaron el impeachment en nombre de Dios.
Esto hasta podría sonar caricaturesco, no así el argumento del diputado que votó a favor del juicio político en nombre de quien fuera torturador de Dilma en épocas de la dictadura. “Por la familia, la inocencia de los niños en las aulas, que el PT nunca tuvo, contra el comunismo, por nuestra libertad en contra del Foro de Sao Paulo, por la memoria del Coronel Carlos Alberto Brilhante Ustra, por el pavor de Rousseff, el ejército de Caxias, las Fuerzas Armadas, por Brasil encima de todo y por Dios por encima de todo, mi voto es sí”. Este fue el nivel de decadencia y de desprecio por los derechos humanos y la democracia expresado por el diputado Jair Bolsonaro. Cabría preguntarse que estará pasando en la sociedad para que discursos como estos puedan tener cabida.
Los ánimos se excitaban, hubo papelitos de colores, banderas que decían “Tchau querida”. Así es como se decidió el futuro de la democracia en Brasil, burlándose de la voluntad popular, pasando por encima de los 54 millones de votos que pusieron a Dilma Rousseff en el gobierno, sin hacer mención a los motivos por los cuáles se tomaba tan drástica medida contra una presidente democráticamente electa. Quizás porque sabían que los pocos argumentos esgrimidos en el planteo para la destitución de la Presidente lejos estaban de justificar el tan buscado juicio político.
Quienes votaron en contra del impeachment por el contrario, buscaron destacar una vez más que “Impeachment sin crimen, es golpe”, haciendo referencia al pueblo, a los valores democráticos y a la Constitución. Pero no bastó para impedir que se aprobara con 367 votos a favor, 137 en contra y 7 abstenciones, el inicio del juicio político (teniendo la Cámara un total de 513 diputados, se necesitaba mayoría calificada de 2/3, es decir 324 votos afirmativos).
Ahora el proceso sigue en la Cámara de Senadores, que en menos de diez días debe fijar una fecha para que se trate el pedido de juicio político a la Presidente. Otras posibilidades se están barajando, pero lo que está claro es que Dilma Rousseff no dejará de luchar por defender su investidura.
Los defensores de la democracia, las organizaciones de trabajadores, los movimientos sociales, el pueblo, continúa en las calles para resistir a este golpe que cristaliza de una manera burda cómo bajo el lema de la anti-corrupción se busca dar de baja a un proceso político que ha redundado en mejoras sociales, reducción de la pobreza y derechos para los sectores más postergados.
Desde Argentina, como trabajadores, nos sumamos a la lucha en las calles para denunciar esta afrenta contra la democracia y para exclamar “Golpe nunca más”.
Fito Adolfo Aguirre Secretario de Relaciones Internacionales.