A las 8:15 del 6 de agosto de 1945, se lanzó una bomba nuclear sobre la ciudad de Hiroshima, en Japón. Tres días más tarde Nagasaki fue alcanzada por una segunda bomba nuclear.
Las dos bombas mataron a más del 50% de la población de Hiroshima y el 30% de la población de Nagasaki. Otras muchas personas murieron a lo largo de los días y semanas siguientes, como consecuencia de una combinación de quemaduras graves, lesiones internas y enfermedades provocadas por la radiación.
Según un nuevo informe publicado por el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) y la Sociedad de la Cruz Roja Japonesa, 70 años después del bombardeo atómico de Hiroshima y Nagasaki, los supervivientes de la explosión siguen padeciendo los efectos a largo plazo que entraña para la salud la exposición a la radiación nuclear.
Los supervivientes han tenido que luchar contra la estigmatización y el hostigamiento para conseguir dar un paso adelante y compartir sus relatos. Durante décadas, los países han hecho oídos sordos a sus llamados y advertencias.
Aunque la Guerra Fría ha terminado, hoy en día sigue habiendo casi 16.000 armas nucleares en manos de nueve países. Estados Unidos y Rusia son los que mayores existencias tienen, seguidos de China, el Reino Unido, Francia, India, Pakistán, Israel y Corea del Norte. Casi todos los países han acordado que las armas nucleares deberían eliminarse, y la retórica en torno a estas armas puede llegar a sonar en ocasiones prometedora.
Pero 45 años después de la firma del Tratado sobre la no proliferación de las armas nucleares, y de que los cinco Estados “oficiales” con armamento nuclear – Estados Unidos, Rusia, China, Francia y el Reino Unido – se comprometieran a negociar un programa de desarme nuclear, seguimos estando muy lejos de un mundo sin armas nucleares.
De hecho, los países con armamento nuclear no sólo no han cumplido sus promesas de negociar un programa de desarme nuclear, sino que todos ellos están actualmente llevando a cabo unos programas extraordinariamente costosos de actualización y modernización.
Se están desarrollando nuevas armas y sistemas vectores cada vez más modernos y más mortíferos.
Al permitirse unas cifras tan elevadas de armas nucleares en los arsenales, el riesgo de accidente continúa aumentando. Muchas de las casi 16.000 cabezas nucleares se mantienen en estado de alerta máxima, preparadas para ser lanzadas en cuestión de minutos.
Las nuevas investigaciones realizadas por Chatham House y Eric Schlosser, los nuevos artículos de la Associated Press y las personas del Reino Unido que denuncian esta situación perfilan un panorama preocupante de situaciones peligrosas, fallos de seguridad y otros errores que podrían dar lugar a una situación catastrófica de emergencia humanitaria.
¿Qué pasaría si se utilizaran?
Si el mundo fuera hoy día objeto de una o varias detonaciones nucleares, las consecuencias serían inimaginables.
El lanzamiento de una sola bomba nuclear sobre una gran ciudad podría matar a cientos de miles de personas en tan sólo unos segundos. Los efectos se extenderían a otras regiones y afectarían a las generaciones futuras. El sufrimiento humanitario sería inconmensurable.
Los servicios de emergencia como la ICRC o las Naciones Unidas han admitido que, en caso de darse semejante catástrofe humanitaria a raíz de un bombardeo nuclear, ellos no podrían ofrecer más que un apoyo o auxilio reducido.
Después de una explosión nuclear, los miembros de los servicios de emergencia, otros servicios de intervención en catástrofes, los profesionales de la sanidad y las numerosas personas a las que habría que recurrir para obtener ayuda en respuesta a las emergencias humanitarias, tendrían que afrontar unos peligros y unas dificultades excepcionales.
Aparte de las cientos de miles de muertos inmediatos, los heridos dispondrían de una asistencia médica escasa o nula.
Los ataques contra Hiroshima y Nagasaki dejaron patente la magnitud del impacto humanitario que tienen de las armas nucleares.
A pesar de que las bombas sólo cuentan con una fracción de la carga nuclear que tienen las armas modernas, más de 200.000 hombres, mujeres y niños murieron como consecuencia de esos ataques.
Un nuevo movimiento para la prohibición de las armas nucleares
¿Cómo es que la comunidad internacional no ha hecho nada al respecto?
A veces parece que nos hayamos olvidado de las armas nucleares, que no seamos realmente conscientes de que siguen existiendo.
Ha surgido un nuevo foco de interés sobre el impacto humanitario de las armas nucleares, en el cual estas armas son percibidas como lo que realmente son: indiscriminadas, inhumanas e inaceptables.
Armas como las armas químicas y biológicas, las minas terrestres y las municiones de fragmentación han sido declaradas ilegales debido a sus consecuencias humanitarias. Pero en cambio las armas nucleares, que son las más destructoras de todas, se siguen considerando legítimas.
Por primera vez en mucho tiempo, hay esperanza. Ha aparecido un nuevo movimiento encabezado por países que carecen de armamento nuclear, que está desafiando el status quo.
Por medio de tres conferencias basadas en hechos y centradas en este tema, celebradas en Oslo, Nayarit y Viena, se han presentado una serie de pruebas del catastrófico impacto humanitario. Las indiscutibles conclusiones de estas conferencias han recalcado que el uso de armas nucleares implicaría una emergencia humanitaria de gran escala.
Además, en la conclusión de la tercera conferencia celebrada en Viena, el resumen del Presidente señala que “está claro que no existe ninguna norma jurídica integral que prohíba universalmente la posesión, transferencia, producción y uso” de armas nucleares.
El Gobierno austriaco se comprometió seguidamente a “tomar medidas eficaces para colmar el vacío jurídico para la prohibición y eliminación de las armas nucleares”.
Desde la conferencia de Viena, varios Estados han manifestado su afinidad con este compromiso, y más de 110 países se han declarado ya dispuestos a colmar el vacío jurídico.
Este grupo de países, un variado grupo interregional de Estados en el que nadie depende de las armas nucleares para garantizar su seguridad, es el que debería responsabilizarse de las negociaciones para la elaboración de un nuevo instrumento internacional que prohíba las armas nucleares.
El 70º aniversario de los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki nos recuerda que las armas nucleares no son sólo un concepto teórico de disuasión sino que son armas reales con unas consecuencias indiscriminadas e inadmisibles.
La proliferación y el mantenimiento de los arsenales actuales no dejarán de fomentarse mientras las armas se sigan considerando importantes y legítimas.
La labor a favor de la estigmatización, la prohibición y la eliminación de las armas nucleares es la mejor defensa contra el uso de armas nucleares.
Este artículo ha sido traducido del inglés.