Las últimas noticias que nos llegan de Grecia nos obligan a ser cautelosos con el entusiasmo y a tratar de analizar cuál es el juego que se abre para el destino griego y para las tentativas populares de enfrentar los dictados del neoliberalismo. Con la aceptación de la prórroga del programa de ayuda financiera por cuatro meses más por parte del Eurogrupo a cambio de una lista de reformas arrancadas al gobierno griego, el futuro se presenta al menos nebuloso.
Recién un mes después de la llegada al poder de Syriza, trás unos excelentes resultados en las elecciones, al gobierno de Tsipras le llegó la hora de enfrentar a la Troika y al Eurogrupo, intentando mantener el equilibrio entre la retórica radical que dominó sus promesas electorales y las políticas concretas que hoy se ve obligado a aplicar bajo la supervisión de las “Instituciones”.
Desde la óptica de la Troika y el Eurogrupo sabían que Grecia tenía los días contados. Grecia a su vez intentó juntar voluntades con posibles aliados (visitando a Renzi en Italia, a Hollande en París, entre otros). El 28 de febrero era la fecha límite en la que se vencía el programa de asistencia financiera del cual Grecia se “beneficiaba”, y sin el cual el país corría el riesgo de quedarse sin liquidez para enfrentar sus compromisos financieros. La Troika y el Eurogrupo, con Alemania a la cabeza, no vacilaron en presionar al flamante gobierno haciéndole entender que por sobre las promesas de campaña para con el pueblo griego, prevalecían las promesas para con las “Instituciones”. El Banco Central Europeo presentó una muestra de lo que podía suceder al suspender la aceptación de los bonos del Tesoro y de las obligaciones bancarias griegas garantizadas por el Estado, dejando a Grecia sin liquidez.
El famoso dictado de Margaret Thatcher, TINA (There is not alternative- No hay alternativa) parece hacer eco en las voces de los miembros del Eurogrupo, cuando precisan que “los ministros estaban todos de acuerdo sobre el hecho de que no existe alternativa a la demanda de una extensión del programa actual” (Pierre Moscovici, Comisario europeo). Ante este panorama que se presentaba cerrado, el gobierno griego jugó a combinar las propuestas de su programa de campaña con lo requerido por las instituciones, matizando y atemperando las medidas más radicales a los condicionamientos del mercado. Podría interpretarse que la intención concreta de Tsipras fue dar prioridad a la urgencia de sanear la “crisis humanitaria” y acordar la extensión del financiamiento sin el cual se vería monetariamente ahogado en el corto plazo, pero con el riesgo de haber aminorado su retórica radical de antiausteridad.
Así, en la práctica se comprometió a luchar contra la evasión fiscal y la corrupción, cuestión en que todos estaban de acuerdo, a la vez que cedió en una de las promesas de campaña al pactar respetar las privatizaciones en curso y a sujetar aquellas que todavía no han sido lanzadas a la maximización del beneficio que el Estado podría obtener.
Cuestiones como el aumento del salario mínimo quedaron sujetas a la preservación de la competitividad y estarán supervisadas en tiempo y forma por las “Instituciones”, la puesta en práctica se dilataría hasta septiembre. Como contrapartida, se prevé la implementación de planes de electricidad gratuita, la distribucion de cupones de alimento para los hogares inmersos en la pobreza y garantizar el acceso gratuito y facil de los ciudadanos griegos a la sanidad pública.
Tomando distancia de la volátil circulación de declaraciones y réplicas en torno a las negociaciones recientemente selladas, cabría tratar de entender cuánto de estrategia para ganar tiempo y abrir un margen de maniobra de por sí estrecho, existe en los compromisos que ha alcanzado el gobierno griego.
En todo caso el futuro de la estrategia griega, estará condicionada no sólo por la presión de las Instituciones europeas si no también por la presión del pueblo que lo llevó a estar en la cabeza del gobierno. Las críticas internas en Syriza ya se hacen sentir y son un símbolo de la difícil situación que vive el país. Resta esperar que el movimiento popular y el gobierno griego logre mantener la entereza con la que supo defender el poder para decidir sobre su futuro.
Sin duda el acompañamiento que reciba de las fuerzas del mundo entero que se oponen al ajuste neoliberal será clave en este camino. Sin embargo, sin el acompañamiento de países dentro de la Eurozona, será muy difícil que la solidaridad más allá de las fronteras del viejo continente logre hacer efecto en la situación griega. Aquí reside el problema más complejo que tiene Tsipras, sus mayores aliados no están en el gobierno. Y la capacidad de resolver esta crisis en favor de los más pobres será un determinante fundamental de los posibles triunfos de partidos como Podemos en España.
En palabras de Tsipras cuando logró hacerse escuchar por las Instituciones y consciente de los problemas a sortear en el futuro: «Ganamos una batalla, no la guerra. Las dificultades, las verdaderas dificultades (…) están por venir»