Este 9 de noviembre se cumplen 25 años de la caída del muro de división más simbólico que tuvo la sociedad contemporánea, aquel que dividió físicamente en dos a Berlin durante 38 años. El muro fue muy real para quienes habitaban Berlin, y simbólico para el resto del mundo, dividiendo los dos modelos contrapuestos de capitalismo y comunismo; Estados Unidos y la Unión Soviética.
25 años de la caída del muro no pasaron en vano. Para aquellos que militamos por alternativas al modelo capitalista, la caída del muro y el derrumbe posterior de la Unión Soviética fueron una derrota histórica. Lo sorprendente es que el comunismo fue un movimiento que luchó por el poder en todo el mundo, país tras país, tomando a la URSS como un emblema en esa lucha. Sin embargo, pocos parecieron inmutarse ante la caída del gigante. El ganador de la batalla, Estados Unidos, impuso su ley, la del libre mercado, promoviendo un modelo capitalista neoliberal, profundizando las situaciones de desestructuración social, y atacando al ideal más relevante que tuvo el comunismo: la igualdad. Si hay un dato que nos indica la realidad del mundo en estos 25 años desde la caída del muro, es que más allá de cambios en indicadores sociales, lo que más progreso fue la desigualdad entre países y hacia dentro de los países. El ganador no se detuvo en fronteras, ni siquiera en las propias. Hoy tenemos los mayores niveles de desigualdad de nuestra historia mundial, al punto que hasta los propios organizadores del poder económico se están comenzando a preocupar—al menos retóricamente—de eso.
El discurso de los ganadores a partir de la caída del Muro de Berlin fue dominado por la idea del “fin de la historia”, significando el triunfo de una forma de vida—la capitalista—y el fin de las confrontaciones con sistemas alternativos. Más allá del surgimiento de modelos alternativos y propuestas locales que confrontan con el movimiento capitalista, con los cambios experimentados en China e India en las últimas décadas, hoy el capitalismo está más extendido que nunca antes.
¿Significa esto que ya no tenemos esperanza? Definitivamente no. La esperanza surge de las mismas contradicciones que el sistema produce. Tanto como los sectores anticomunistas supieron usar las contradicciones de la URSS para generar su derrumbe, también quienes creemos que una vida distinta es posible y necesaria, podemos usar los huecos que va dejando el capitalismo para actuar. Uno de ellos es la globalización. Hasta hace pocos años, las empresas multinacionales usaban su capacidad de movimiento para condicionar el rol de las organizaciones colectivas de trabajadores. Lentamente, desde nuestros espacios, hemos comenzado a conectarnos con trabajadores alrededor del mundo, intentando usar la globalización como un elemento emancipador.
Hemos tenido muchas derrotas y algunos triunfos, de los que tenemos que aferrarnos. La lucha contra el ALCA en nuestro continente es uno de ellos. Pero ante todo tenemos que ser creativos para lograr nuevos hitos históricos. Los 25 años de la caída del Muro de Berlín deben ayudarnos a reflexionar sobre lo que ocurrió desde entonces. Pero no olvidemos, que tal como nadie en ese momento esperaba semejante derrota, y ocurrió, tampoco se espera una derrota del modelo capitalista, que puede ocurrir. Un periodista británico llamó a la caída del muro “una explosión accidental de libertad”; quizás nosotros tengamos que pensar las posibles “explosiones accidentales de igualdad” que nos permitan actuar hacia los mundos necesarios.