El sistema internacional en la presente coyuntura histórica muestra signos de creciente conflictividad que se expresan, fundamentalmente, en la recurrencia de crisis económicas y sociales que impactan de manera decisiva en la estabilidad de los regímenes políticos en amplias regiones del planeta. En ese sentido, se han profundizado algunas claves negativas que se venían incubando desde hace tiempo en el derrotero del capitalismo mundial
. Por un lado, un poder unipolar durante los últimos 20 años (Estados Unidos) en franca caída, contrastando con el crecimiento de potencias emergentes, que no logran consolidar su posición de poder.
La expectativa inicialmente creada en torno a los países emergentes, tanto en el grupo de los BRICS –Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica— como en las demás economías en crecimiento, fueron rápidamente desechadas ante la imposibilidad de plasmar una alternativa a los paradigmas dominantes. Ante la actual crisis económica, ninguna de las propuestas alternativas planteadas por fuera de los centros de poder fueron concretadas. Esto se aplica también a nuestra región, Sudamérica, donde la integración regional tuvo aciertos y avances a nivel político, pero que no fueron complementados (o basados) en una integración económica consistente con esa estrategia. El crecimiento de propuestas de integración basadas en el libre comercio, Alianza del Pacífico a la cabeza, es un dato de la realidad de estancamiento de nuestra región a nivel integración socioeconómica tal como se la planteaba hace menos de 10 años.
La situación geopolítica es acompañada por un agravamiento de la crisis social y económica que comenzó con el período neoliberal, a comienzos de los 70′. De acuerdo a los datos de la organización Oxfam, la desigualdad es el principal problema de nuestra sociedades, tanto en el norte como en el sur del mundo. Casi la mitad de la riqueza del mundo esta en manos del 1 por ciento de la población. El fenómenos generado por el libro de Thomas Picketty, donde se proyecta la creciente desigualdad y se dan soluciones más bien moderadas, está relacionado a la gravedad de la actual situación. Inclusive las regiones que habían demostrado avances en la lucha contra la pobreza y la desigualdad, como América Latina en la última década, muestran signos de agotamiento y retroceso en estos campos.
Ante este panorama, el movimiento sindical no se ha quedado de brazos cruzados. Si bien las tasas de sindicalización pierden peso en todo el mundo, y las grandes organizaciones sindicales parecen no tener respuestas frente a estas situaciones, se están produciendo resistencias de todo tipo a lo largo y ancho del planeta, no siempre lideradas por las organizaciones más relevantes ni por los sectores de trabajadores más fuertes estructuralmente. Es el caso de las huelgas en las minas de platino en Sudáfrica, donde luego de meses, y una masacre de mineros por parte de la policía, una organización sindical nueva logra poner en la mesa de negociación a las grandes empresas y mejorar las condiciones de trabajo en el sector. Es el caso también de las crecientes ‘huelgas ilegales’–porque los estados y sus sindicatos funcionales las prohíben— que se desarrollan por miles en China y Vietnam, en contextos altamente represivos. Estas huelgas están reorganizando las relaciones laborales dentro de las industrias de tecnología e indumentaria. Las resistencias también se dan de manera coordinada. El reciente triunfo de trabajadores de Estados Unidos, Sudáfrica e India —coordinados internacionalmente— sobre el gigante multinacional de seguridad privada G4S, logrando un convenio colectivo internacional y mejoras salariales en los países donde actúa, es un dato más que el discurso de la resignación puede y está siendo cuestionado en diversas partes del mundo.
El panorama internacional es claramente preocupante en cuanto a la situación de los trabajadores, a la creciente desigualdad entre países y hacia dentro de los países. La crisis internacional que comenzó en el 2008 fue utilizada como arma de los sectores concentrados para lograr acaparar mayores riquezas a costas de los trabajadores. Sin embargo, la proliferación de resistencias, más una creciente mirada estratégica por parte de sindicatos y movimientos sociales de todo el mundo, dan una pauta que se pueden construir resistencias. Quizás el mayor reto sea la construcción de alternativas viables, pero necesarias, que nos permitan posicionar una visión desde los trabajadores, desde los pueblos, sobre el tipo de sociedad en la que queremos vivir.
Documento y análisis completo se puede obtener en la pagina http://www.ctainternacionales.org