¿Imperialismo encubierto?

La coyuntura sudamericana de los últimos meses, con el foco en el golpe de estado a Lugo en Paraguay, dejó de lado un hecho muy importante para la región y en especial para el Mercosur. 

La coyuntura sudamericana de los últimos meses, con el foco en el golpe de estado a Lugo en Paraguay, dejó de lado un hecho muy importante para la región y en especial para el Mercosur: el anuncio del comienzo de negociaciones de libre comercio entre el Mercosur y China.

La gira por la región del primer ministro de China, Wen Jiabao, fue tomada como el momento de lanzamiento de la propuesta, en teleconferencia desde la Casa Rosada con Mujica y Rousseff desde sus respectivos despachos.

El anuncio pasó casi desapercibido por los grandes medios y por los colectivos políticos de nuestro país y la región. Sin embargo, en caso de llevarse a cabo un acuerdo de tal característica, podría tener una relevancia superlativa, ya que influiría directamente sobre el perfil productivo de la región. La base de la gira de China es la diversificación de mercados para exportar sus manufacturas y asegurarse la importación de materias primas fundamentales para su crecimiento económico (en especial agrícolas, mineras e hidrocarburíferas). Sudamérica no fue durante muchos años un lugar de asociación importante para China, como tampoco lo fue África. La estrategia de entrar a estas regiones surge como resultado del enfriamiento de las economías de los tres principales socios comerciales chinos: Estados Unidos, la Unión Europea y Japón.

Desde hace casi una década, China comenzó a pisar fuerte no sólo mediante los tratados de libre comercio, sino también a través de préstamos significativos para la concreción de obras de infraestructura y financiamiento de producción de hidrocarburos. Hasta el momento, China tiene firmados tratados de libre comercio con Chile (2005), Perú (2009) y Costa Rica (2011), todos incorporando el libre comercio de bienes y de servicios. A su vez, China se ha convertido en la principal fuente de préstamos de la región desde el 2005 en adelante. Los préstamos chinos superan a los del Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), llegando a ser casi la mitad del total (75.000 millones de dólares sobre un total de 185.000 millones entre 2005 y 2011).

Si ponemos la lupa en los países del eje progresista, China financió casi exclusivamente a estos países, en especial a Venezuela y Ecuador, quienes no reciben el visto bueno ’de los mercados’ y por lo tanto no gozan de facilidades financieras en el exterior. Algo similar ocurre con Argentina, que recibió en 2010 de manos de bancos chinos 10.000 millones de dólares para financiar el tren Belgrano Cargas, algo que se anunció en diversas oportunidades y todavía no se ha concretado.

El avance de China sobre la región amerita un debate profundo para nuestros gobiernos y sociedades. El cambio de paradigma entre un libre comercio liderado por Estados Unidos (como fue la propuesta del ALCA) y uno liderado por China cambia la matriz ya que en el caso de China los productos agrícolas y mineros pasan a tener una relevancia fundamental a exportar, mientras que los de carácter industrial no pueden competir con los producidos en aquel país. Este intercambio es la base de la propuesta China. Y no se limita sólo a la propuesta de libre comercio, sino también a los planes de financiamiento que se enfocan en infraestructura, minería y producción de hidrocarburos. Es justamente por esta razón que los grupos industriales de Sao Paulo se oponen a la firma de un tratado de estas características, mientras que los productores de soja ven a esta salida como la oportunidad histórica de Sudamérica.

Los acuerdos de préstamos-por-petróleo de China con Ecuador y Venezuela están inmersos en esta lógica extractivista. China provee financiamiento sin otro condicionamiento que asegurar la provisión de grandes cantidades de petróleo en el mediano y largo plazo. Esto es atractivo para nuestros países económicamente (garantiza ingresos y mercados), pero refuerza la matriz productiva basada en materias primas. Además, incluye la condición de comprar equipamiento chino como parte del préstamo (tal es el caso del préstamos a la Argentina por los trenes), quitando a la industria local la capacidad de integrarse a estos proyectos y producir para ellos. Lo que cambia sustancialmente, con respecto a las entidades de financiamiento tradicionales, es la intromisión política, ya que China no intercede en los asuntos domésticos.

Las relaciones con China plantean la necesidad de debatir el modelo productivo y de inserción mundial que buscamos. El avance de acuerdos comerciales y de inversión que nos postulan como proveedores de materias primas es un retroceso para una estrategia de industrialización, que genere producción con valor agregado y cree empleos dignos en nuestros países. La injerencia económica de China, planteada de esta manera, generará mayor dependencia en la producción de materias primas que no sólo emplean pocas personas, sino que además tienen impactos ambientales significativos a corto, mediano y largo plazo. Es fundamental poner en debate la agenda comercial y productiva en relación con China, tal como lo hicimos cuando el proyecto del ALCA acechaba en nuestra región.

 

(Bruno Dobrusín: 22.07.2012)

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